Nadie va a descubrir ahora la afabilidad que siempre ha tenido para con nosotros la familia Gamazo cuando acudíamos a su casa a presenciar una tienta, bien de hembras o de machos, a ver su ganadería, ni por supuesto la cordialidad y amabilidad con que se nos recibe en esa casa, el emporio de la casta del toro bravo castellano en aquellos tiempos viejos e históricos, puestos de moda por el Conde de Gamazo, antepasado de Íñigo y a su vez acompañado de sus hijos Íñigo y Mauricio. Y con ellos, inseparable siempre, treinta y cinco años ya en la casa, el Mayoral Rafael Agudo, un hombre conocedor de los secretos de la bravura, del entendimiento preclaro en las reses tanto del hierro del Quiñón como del Raso.
Es tarde de tienta y tarde de ver y contemplar las evoluciones de un novillero con caballos de la tierra que aspira a ser torero, Pablo Santana, el hijo de mi amigo Fidel, que en estos momentos enseña, conduce, corrige y pule el diestro salmantino Andrés Sánchez. Varias eralas preparadas para la muestra y tienta de madres, con posiblidad de serlo si su comportamiento es el adecuado ante el caballo, en la muleta y en todo el devenir de la lidia.
Titi Agudo, el hijo de Rafa, a caballo para picar. Mario Campillo como profesional ya consagrado que dedica ahora sus menesteres a figurar entre los de plata y cuya afición le sale desde lo hondo de su alma. Conocedor de sobra de cuanto hay entre manos, llama, puntualiza, para y coloca a las reses en el caballo junto con el torero Carlos Durán quien también asiste a la tienta y torea. Por los burladeros con su muleta dispuesta para dar un pase a las vacas si el ganadero lo permite, el novillero Jorge Sahagún y un chiquito mexicano reciente adquisición de Santiago Garay que se acomoda en el graderío con los pocos privilegiados espectadores que acude en una tarde de sol, polvo y moscas a la plaza del Raso Portillo.
Han cumplido en general las reses, dos de ellas con cierta flojedad en los remos pero bravas y encastadas como ellas solas. Una cuarta colorada bonita, lustrosa y bien hecha acudió con galope de ovación al caballo desde la misma puerta de toriles en donde la colocaron para, con fijeza destacada y galope alegre y entregado, recibir el castigo del limoncillo puesto en lo alto por el picador. Lástima que luego tardeara en las otras dos veces en que se la colocó al caballo. Sin embargo con la muleta, fue y vino, embistió galopando, con celo y codicia haciendo disfrutar al torero que la toreó, Pablo Santana, especialmente por el pitón izquierdo con galanura, belleza y temple. Una de las series fue de auténtica antología, lo que hizo exclamar a más de uno de los espectadores que contemplábamos la escena por la hondura de los lances. Además, antes de lidiarla, pidió permiso al ganadero para realizar un quite con el capote, siéndole dado generosamente por Íñigo Gamazo. Pablo, echándose el capote por detrás le dio cinco lances y una media de remate de mucha enjundia y categoría.
En resumen, la tarde pasada en el raso de Portillo, ahora que aún no hay fiestas por las cercanías de la provincia, fue extremada por lo calurosa; simpática por el encuentro con los buenos amigos de Boecillo; corta por aquello de cumplir con otra actividad, y cariñosa y afable porque con estas personas que llevan la ganadería antigua, noble e ilustre del Raso de Portillo tienen el señorío a gala y lo demuestran con cuantos acuden a su casa. Gracias Íñigo y mucha suerte.
Fotos: Federacion taurina Valladolid
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