El torero de Arnedo, Diego Urdiales, ha puesto hoy el toreo clásico, ese que tanto hemos visto a veces en imágenes en diestros señalados por la vida, y lo ha hecho en la plaza de toros de Vistalegre ante dos ejemplares de Victoriano del Río. ¡Qué empaque, qué pureza en el cite, qué rúbrica, para llevar al toro embebido en su muleta!. Y es que la firma la puso también con el capote, lanceando a la verónica como dictan los cánones de los viejos almanaques y libros dedicados al arte de torear.
Nos dicen por televisión que venía con cierta lesión recuperada de una fractura de tibia. Sin embargo la soldadura del hueso ni se notó en la estructura física del maduro diestro de la Rioja. La faena de Urdiales es merecedora de encumbrarla en lo más alto y enseñársela a los alumnos de las escuelas taurinas para que aprendan directamente el significado de entrega, colocación, cite canónico y volapié final.
Y aunque afeemos de nuevo al comentarista del callejón que tiene que meter el micrófono de Movistar cuando el toro ya está en el ruedo, en lugar de permanecer callado sin distraer la atención de los toreros que deben centrarse en el animal y no en comentar las preguntas más que reiterativas que formula David Casas, a destiempo. El otro día se lo afeó Morante y hoy lo ha hecho Urdiales, llamándole la atención y dejándolo para luego. Que tiene el comentarista que darse cuenta que lo estamos viendo y no por hablar mucho, la atención del espectador es mayor.
Volviendo a la tarde de hoy, el toreo de Urdiales nos ha llenado el alma, a mí por lo menos. ¡Gracias, maestro!.
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