Que los toros cada vez tienen menos tirón entre los jóvenes por aquello de envolverlos en un papel de estraza y muerte y presentarlos en el escaparate buenista como si fueran la causa de todos los males habidos y por venir, es algo que no escapa a muchos de nosotros.
Los golpes bajos que se dan a la fiesta para acabar con ella se suceden uno tras otro con la persistencia de esas personas que quieren redimir del mal a quienes nos encontramos tan a gusto y animosos para reivindicar una fiesta espectacular, única, de héroes valientes e incardinada en lo más profundo del sentimiento tradicional español.
Los toros no hacen daño a nadie entre los cristales y papeles de la oferta y la demanda. Son un ejemplo de creación ganadera única y genuina, propia y marcada con el hierro candente del esfuerzo, la dedicación, el trabajo, la fe y la constancia de muchas personas que tienen al toro como eje de su propia vida.
Antes hasta en las libras de chocolate se incluían en forma de recortables para los niños las figuras y suertes del toreo. Claro ejemplo está y aún puede verse en el Museo del Chocolate de Astorga en donde unos industriales del tostado, trituración, amasado y manipulación del cacao incluían los recortables toreros para que los niños, además de gustar este producto americano tan querido, amado y considerado por todas las generaciones, pudieran coleccionar las estampas de esos diestros toreros, ataviados con el traje de luces de la época.
No hace tanto tiempo, la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León puso en marcha una exposición itinerante de escultura, exclusivamente taurina y torera, admirable, plena de grandeza, arte, belleza y singularidad con los toreros de los albores de la Tauromaquia que pudo ser admirada por cuantos aficionados y público decidieron contemplarla. Toreros de madera policromada que hacían la labor catequética y divulgativa que la Fiesta de toros precisa.
Eso sirve, y mucho, para mostrar el amplio significado del fomento de la Tauromaquia.
Como sirvieron en su día las miniaturas toreras, figuritas de plomo, o estas del chocolate que hizo de Astorga, la Asturica romana, un referente de primer orden con los toros por bandera de enganche.
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