Y eso que queda la corrida de rejones del día de San Mateo. Pero la feria de Salamanca echó el telón en la Glorieta, el hermoso y acogedor recinto salmantino que fue levantado en 1893 como reza el frontispicio en donde la caja del reloj marca la hora del festejo, con un fiasco y una desilusión grande. Y eso que la cosa empezó bastante bien, con agilidad, apoyo del público, algo de viento y solana intermitente que agradecían los espectadores de la solanera pero que al final tuvimos que echarnos un tabardo para paliar el frío no solo el meteorológico sino también el soponcio de la segunda parte de la corrida.
Hoy todo, como la vida, es decir, una calabriada de blanco y tinto. Empezó la cosa de manera correcta y al final se difuminó la tarde en una decadencia plástica y brava arrastrada por el aire como los papeluchos de las calles.
Con dos tercios de plaza en el tendido se han lidiado seis toros de Montalvo, bien presentados, cuajados, nobles, lustrosos, hermosos, pero muy justos de fuerza, a los que la suerte de varas los despachó casi como un simulacro, excepto al «rebujito» sexto, un hermoso melocotón de 580 kilos de peso al que dieron con largueza y esplendidez en la única vara que tomó, tal como sus hermanos. Y eso que el animal en un derrote contra el burladero se rompió el pitón izquierdo quedando algo mermado para la lidia, cuestión que se acentuaría en un brusco giro ante su banderillero que lo desgració quedando ya maltrecho, pidiendo el respetable su devolución, pero observada cierta recuperación, el Presidente Ramón Sánchez cambió el tercio y a otra cosa mariposa.
Los dos ejemplares de Montalvo más bravos fueron el segundo y el tercero. Un tal «bribón» en la tablilla puesto con «v» por aquello de la gramática descoordinada, berrendo, incansable en la muleta de Perera, y premiado con el pañuelo azul a su muerte y el tercero, de nombre «relamido», cinqueño, encastado, al que Ureña intentó someter y encauzar una embestida coronada con una muerte de bravo tras la estocada del diestro, que el público aplaudió con mucha fuerza, ovación que se repetiría cuando las mulillas lo llevaban al desolladero.
Los tres siguientes, casi, casi para olvidar.
El cuarto de la tarde al que Castella intentó meter en su canasto, lográndolo en un par de series, después de exceso de tiempo en probaturas y cambios de terreno por ver si conseguía que la embestida del «espingardo» disparaba y se mostraba cierta. Hay un momento en que, increpado desde el tendido, el francés con cara de pocos amigos le contestó: «Este (pase) va por tí, mamón». Y es verdad que Castella no tenía hoy la tarde, ni tampoco las ganas de siempre, unido a que el lote fue el peor con diferencia de los seis lidiados esta tarde, la contrariedad en el buen torero que es Sebastián se dibujó en su cara, sobre todo tras oír además los tres avisos por no conseguir dar muerte al ejemplar de Montalvo.
A Miguel Ángel Perera lo quieren en Salamanca. Lo aprecia el público, y le reconoció al aplaudirlo con fuerza tras el paseíllo recordando aquel mal trago cuando lo desgració gravemente un toro en esta misma plaza, animándolo y encumbrándolo por encima de su misma faena. Tuvo dos chicuelinas y un remate con el capote de gusto y, tras brindar al público, un inicio de faena estático despertaron los «olés» de la concurrencia. Con la mano izquierda fueron los mejores pasajes. Tengo un largo natural grabado en mi mente, completo, excepcional, extraordinario. Tras perfilarse logró una estocada entera, tendida y trasera que acabó con el burel y los pañuelos asomaron en el graderío. El Presidente en un exceso de cariño y condescendencia otorgó las dos orejas cuando con una hubiera sido más que suficiente para premiar su labor. Luego en el segundo de su lote, puso voluntad y lo intentó sin mayor interés y encima lo liquidó de un sartenazo con derrame.
Paco Ureña, un hombre que asienta los pies, cita cruzado y con verdad desde el primer momento, estuvo entonado ante su primero en algunos momentos, sin tener redondez y continuidad su faena. Muy breve, aunque lo bueno si breve dos veces bueno, en dos series cuajadas con un toro que embestía raudo, rápido y con celo a su muleta, logró una estocada entera tendida que echó por tierra al animal en una muerte de bravo y la oreja para el esportón del buen torero murciano. En el que cerraba plaza, un «rebujito» bonito de hechuras se desgració durante la lidia y el murciano no pudo poner en valor su forma de torear.
Y ahí quedó casi todo. La salida de Perera por la puerta grande de la Glorieta entre los aplausos del respetable y una corrida de Montalvo, bien de hechuras pero de poco contenido salvo un par de ejemplares.
Y que no se me olvide. Gracias a Mateo Carreño por su atención y a la Gaceta de Salamanca por las fotos de Almeida para esta crónica.
(Fotos: La Gaceta de Salamanca).
FICHA DE LA CORRIDA:
Plaza de Toros de Salamanca. Última de Feria. Tres cuartos de plaza.
Seis toros de Montalvo, bien presentados, bravos, pero justos de fuerza, tres de ellos aplaudidos en el arrastre y el segundo premiado con la vuelta al anillo, para
Sebastián Castella, silencio y silencio tras tres avisos.
Miguel Ángel Perera, dos orejas y aplausos.
Paco Ureña, oreja y silencio.
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