Ni la banda de música de Íscar hizo ademán de arrancarse cuando toreaba el único de los diestros que puso algo de gracia en el asador, el barcelonés Serafín Marín, quien además será el sustituto de Leandro en la corrida de mañana, según anuncio hecho por la megafonía de la plaza al final del festejo. Era todo un síntoma ver a los músicos de la banda merendando apaciblemente en el tendido, sin actitud de soplar los instrumentos y de lanzar una semicorchea al aire. Pero, en fin, así fue casi toda la tarde.
Unos toros sosos y descastados de Peralta, bien presentados, pero parados y sin aire de embestir; unos toreros casi, casi contagiados de la tarde y, salvo el esfuerzo hecho por Serafín Marín poco más que contar de esta segunda de feria de Íscar que trajo los de Peralta al coso iscariense. Toros bonitos de fachada, badanudos dos de ellos, burracos, cuajados, y bien armados pero sin nada dentro. Solo se salvó para mi gusto el tercero de la tarde, un torete bien hecho, guapo, que tomaba los engaños bien y que precisaba someterlo por abajo con temple y armonía. Raúl Alonso, el tercero de la terna, su lidiador estuvo en esta ocasión por debajo del cornúpeta y, sin bajarle la mano, sólo sacó un par de verónicas y una media galana, con gusto y ya con la muleta tres o cuatro pases con la izquierda. Gotitas de perfume del diestro de Sieteiglesias que no confió en toda la tarde su porvenir con un toro que, posiblemente, le hubiera servido más y mejor. pero, ay los nervios, qué malas pasadas juegan a los toreros.
Abrió plaza Miguel Abellán que no estuvo con el temple que atesora el buen torero madrileño. Fuera de cacho, citando y conformando una faena deslavazada a la que contribuyó, sin duda, el mal son del animal. Pinchó sin soltar y acto seguido, tras perfilarse de nuevo, recetó una estocada efectiva de la que salió desarmado de la suerte. En el cuarto de la tarde, brindado al público, un burraco bien hecho y bonito que se le paró enseguida estuvo esforzado y haciéndolo casi todo logró un par de series y poco más. Tras pinchar dos veces, despenó a la res y recibió tibios aplausos de la concurrencia que ocupaba casi la media plaza.
El único que estuvo en torero, yéndose a la querencia marcada por el toro y sacándole lo poco que tenía el de Peralta fue Serafín Marín. Marin estuvo valiente, profesional, entregado, en torero como quien dice, ejecutando una faena meritoria, trabajada y honrada. Una estocada algo ladeada y su esfuerzo en la lidia le hicieron acreedor de una oreja del de Peralta. En el otro, poco más que intentarlo, aunque ni con cuentagotas sacó al animal una faena. Tras pinchar sin soltar, logró la estocada con que mandó al desolladero al ejemplar.
En resumen, pocas notas tomadas a vuela pluma desde el sitio asignado por la empresa para seguir la corrida, porque poco fue lo que dieron al espectador en esta ocasión. Menos mal que me conformo con los comentarios tenidos con Simón Caminero, algunos serios y otros jocosos; todos en resumen entretenidos con los que compartimos tiempo y festejo y el platito de lomo y jamón con que nos obsequió la peña cuando ya la tarde echaba su cierre y la corrida terminaba su andadura. Pero mañana seguro que el triunfo sonreirá en Íscar con los de Sánchez Herrero y si no, al tiempo.
Ficha de la corrida:
Iscar, segunda de feria. Media Plaza
Toros de Peralta, mansos y descastados para
Miguel Abellán, silencio y silencio.
Serafin Marín, oreja y ovación.
Raúl Alonso, silencio y silencio.
Reportaje fotográfico: José Salvador
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