Función de frío, de abrigo y manta en el improvisado tendido, pero función de toros, con calor y emoción como no podía ser menos cuando se trata de correr un toro por las calles de cualquier pueblo en homenaje a la Inmaculada, en cuyas fechas estamos ahora y que suponen el cierre total de los toros en los pueblos hasta el año que viene. Lleno hasta la bandera tanto en Villalpando como en Madrigal de las Altas torres, dos localidades, una de Zamora y otra de Ávila que convocan con su llamada a la gente joven y la hacen disfrutar con el riesgo, el miedo, la vibración, el pálpito y sentimiento ante un toro bravo.
La plaza de Villalpando llena hasta la bandera esperó la suelta del toro de Astauvi, un ejemplar de Raso Portillo que dio importantes lances a los toreros de fortuna y otro patas blancas en Madrigal que corrió las calles en honor de San Nicolás, siendo lanceado como es costumbre, con riesgo y valor entre las piedras de sus calles. Dos localidades, una zamorana y otra abulense que fijan un reclamo singular para que el pueblo, al menos ese día, se llene, se atiborre, se conozca, se palpe y se pise por una muchedumbre que acude como si de una romería taurina y singular se tratara.
A esta Tauromaquia popular, llena de interés y espléndida de vitalidad, envidia de la otra, la reglada, la denominada profesional, la de luces que languidece en su misma esencia porque pocos quieren defenderla, fomentarla y apoyarla sin ningún tipo de egoísmo, todos la respetan y, si no están de acuerdo con ella, al menos callan como muertos y no la entorpecen por no ofender al pueblo liso y llano que la tiene incardinada en su propia existencia, en su misma vida.
Cuando tantas y tantas veces, toreros de luces, queremos creer que cada vez en menor cuantía, critican y se ofenden con este tipo de tauromaquia en la que participa el pueblo tan activamente, señalando que la de montera es la bella, fetén, encantadora, única y genuina y no ésta, la popular, más propia de bárbaros pueblerinos, mayor predicamento, apoyo y seguimiento obtiene entre el grupo social de la juventud. Jóvenes, chicos y chicas, hacen piña y procesión a las localidades en donde se corren toros, disfrutan y lo pasan bien. Así ha quedado palpablemente demostrado en estos dos ejemplos dados en Madrigal y en Villalpando, con los llamados toros de la Purísima o de la Inmaculada.
En conclusión. Bien está y bueno sería reflexionar, meditar en silencio y con tranquilidad para analizar por qué la juventud acude en masa a un pueblo donde se corre un toro en puntas, cuajado, duro y entero, para verlo, llamarlo, recortarlo o sentirlo tras el golpe de una talanquera y desdeña su asistencia a una plaza cerrada, a un coso taurino para presenciar una novillada o una corrida de toros reglada, en forma, con toreros vestidos de luces. Y no vale solo decir que en un caso no se paga entrada y en el otro hay que retratarse en taquilla con el precio fijado.
Fotos: Enrique Carnero y Ricardo Martín/Patronato del Toro de la Vega
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