La Plaza de la Candelaria reúne un elenco de personas, juntas pero no revueltas, de las que nos dedicamos a la información taurina para recoger y luego dar testimonio de lo visto. La empresa de Tomás Entero siempre atenta para con nosotros nos recibió con respeto y consideración, especialmente a cargo de su jefa de comunicación Judith Puertas. Verdad es que a mí en esta ocasión me tocó compartir localidad al lado de Marco Antonio Hierro, un hombre del toro y de la información recto, entendido y cabal a juzgar por su tiempo en estos menesteres en Cultoro, y mi compañero Fermín Rodríguez que se vio colocado en el tendido junto a mí y su cámara fotográfica para captar los instantes de toreo que fueron dados a cuentagotas y valor por Juan del Álamo; una sinfonía de arte hecha por Antonio Nazaré y estropeada con el estoque y el quiero pero poco puedo de Sergio Flores, el mexicano, que pasó mucha parte de su lidia en posturas y tentemozos, alharacas y gestos. Y vamos a ello que ya tenemos colocado el toro de la crónica.
Media plaza holgada de público se dio cita en Valdemorillo. Las cámaras de Canal + en directo y la cadena autonómica de Castilla la Mancha retransmitieron el festejo tal cual están haciendo durante toda la feria. Se ve que el «ite missa est» de la empresa sevillana a la cinematográfica y televisiva ha obligado a buscar otros sitios, otros lugares con los que satisfacer a sus abonados. Y por eso, sus equipos con Manolo Molés al frente, se han desplazado en esta ocasión a Valdemorillo, el pueblo de las tres chimeneas que ha puesto en funcionamiento una feria muy interesante para el aficionado, para el público en general y para abrir boca tras la larga sequía invernal.
Los toros esta vez fueron de Juan Pedro Domecq, y estaban herrados con las dos señales y divisas de su propiedad, a saber se lidiaron tres de parladé y tres de Juan Pedro, los seis ejemplares, sumamente previsibles en su comportamiento, con nobleza y sin hacer ninguna trastada ni poner en complicaciones a sus lidiadores, resultaron nobles. Tres de ellos, los corridos en primero, tercer y cuarto lugar fueron aplaudidos en el arrastre.
El sexto de tipo anovillado, llamado «cacareo» y con 500 Kg. de romana no fue el animal que Sergio Flores quiso poner ante los espectadores por aquello de aquel «ichuelo» de Parladé que abrió su lote y que se le marchó sin desorejar, pese a la calidad del toro que se vino arriba a medida que avanzaba la lidia, moviendo mucho los pies, bailando demasiado y siendo desarmado cuando lo intentó con la mano izquierda. La estocada, trasera y desprendida, atronó al animal y el silencio se hizo para lo escaso de faena realizada por el diestro. Con el segundo de su lote eso sí, muy bullicioso, firme, citando de largo y templando en algunos momentos ante el noble ejemplar, pero que embestía con la cara alta.
Y hablando de los otros dos diestros de la terna de esta tarde, Nazaré y del Álamo, el de dos Hermanas se llevó lo mejor de la tarde, hizo el mejor toreo, marrado con la espada, aunque con más propiedad habría que decir con el descabello. Eso fue con «Vellero» de casi media tonelada de romana con un pitón izquierdo de antología, el pitón del toro. Se gustó Nazaré y gustó a la concurrencia tanto que para él fueron los mayores aplausos de la tarde fría en lo climatológico por su faena hecha a los compases del pasodoble «Amparito Roca» magistralmente interpretado por la Banda municipal de Valdemorillo. Hubo un remate final con la zurda de antología, muy bello. Tras la estocada, trasera, el diestro precisó tres golpes de verduguillo y escuchó un aviso del usía. Su fallo le hizo perder la puerta grande que la hubiera ganado pues a su primero un «decisivo» de 510 kg le había cortado una oreja.
Y Juan del Álamo, torero hecho para agradar, valiente, valeroso, aguerrido, generoso, entregado, pero que pechó con los dos peores toros del encierro, no pasó de aplausos recibidos de los asistentes tras sus dos faenas. Juan quiso pero no lo pudo lograr. El «figurón» de Parladé y el «vehemente» de Domecq que brindó al público, no le ayudaron en su exposición torera. Al primero lo remató tras el saludo capotero a pies juntos con plasticidad. Juan estuvo con este toro muy valiente, cruzándose, citando de cerca, entre los pitones y sin arrugarse nunca, pero el animal, castigado en una vara larga, dura y exigente, no fue lo que de él se apreció al comienzo de la lidia. Se fue apagando como una candelica y, pese al esfuerzo del salmantino, recogió los aplausos. Y en su segundo, pese aquello de no hay quinto malo, brindado al público, de nuevo Juan estuvo entregado a su faena, quiso demostrar con su esfuerzo que quiere y puede estar entre esos toreros de élite, pero sus ganas de triunfo y su voluntad no fue suficiente, tras sufrir dos desarmes del cornúpeta. Una estocada bien ejecutada en sus tiempos, pero algo contraria le obligó a golpear dos veces con el verduguillo, hasta que el «vehemente» cayó en el tiro de arrastre de los mulilleros.
En resumen, una corrida de toros, esta de Valdemorillo, de las de iniciación, bien presentada, con momentos poco espectaculares, pero de nobleza más que previsible donde Antonio Nazaré cortó una oreja; Juan del Álamo recibió aplausos por sus ganas y Sergio Flores pasó casi desapercibido.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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