Parece hasta mentira la incapacidad de la cabaña brava española, y eso que toda generalización es odiosa, por conseguir toros que sean fieras acometedoras, con empuje, fuerza, bravura y casta en una palabra, que tanto reclaman los aficionados y sin embargo prolifera la crianza de animales dulces, bondadosos, suaves y pastueños que es lo que quiere la gente, o al menos la mayoría de los espectadores. Hoy en la penúltima de Santander, ante tres cuartos de plaza, se han lidiado cinco toros de Valdefresno y uno que abrió plaza de los Hermanos Fraile, el otro hierro de la finca salmantina de Tabera, rajados y descastados cuatro de ellos, bravo y con poco fuelle el lidiado en quinto lugar y encastado y bravo el que hizo primero en la lidia. Bien presentados, no obstante, con edad y trapío cinco de ellos, cinqueños largos y un cuatreño «panderetillo» lidiado en segundo lugar, más escurrido de carnes.
Abrió plaza «cantarero»,un toro viejo, duro, y bravo que nos hizo creer en la mejor tarde hasta la fecha de las disfrutadas en el coso de Cuatro Caminos que va cerrando su serial con dos de los festejos toristas. Bien presentado, aleonado, musculoso, que imponía al más pintado. No así a su lidiador Manuel Escribano que a la postre ha sido el triunfador de la tarde en Santander al cortar una merecida oreja, bien entendido que el apéndice lo había ganado, por petición mayoritaria del público, tras la lidia de este toro, pero el presidente de la corrida esta tarde Manuel Fernández García, se negó en redondo a exhibir el pañuelo del premio justo y merecido. Luego lo sacaría con mucho menor interés y desarrollo de faena ante el cuarto de la tarde por aquello de la siempre ingrata e injusta compensación y, tal vez, porque habría meditado su decisión anterior.
Manuel Escribano estuvo valentísimo, muy torero, entregado y firme, yéndose en ambos toros a recibirlos a porta gayola. Sufrió un achuchón en los adornos pero salió indemne del percance. Y es que «cantarero» imponía por su trapío y raza y además sacaba los genes de la emoción. En su segundo Escribano estuvo valentísimo. Un toro de nombre «mariposero» de 535 kilos de peso, colocando banderillas y especialmente un par al quiebro por los adentros muy aplaudido. Luego, mientras recogía los trebejos del mozo de espada y echaba el buchito de agua, el toro hizo por él sin que su subalterno fuera capaz de cortarle, haciéndole correr, eso sí derramando el agua, pero sin caer el vaso de metal ni desprenderse de él. Pasado el susto empezó su faena citando de rodillas y enjaretando al animal una serie meritoria de hinojos. A poco que dominó al ejemplar y lo sometió en su muleta, el animal se rajó cantando la gallina y yéndose a la querencia de toriles, golpeando incluso la puerta en un seco derrote. En ese terreno, Escribano le toreó como pudo, aguantando y tragando las tarascadas del animal. Tras la estocada, fue premiado con una oreja que paseó sonriente alrededor del albero.
Jesús Martínez, «Morenito de Aranda», vestido con el señorial terno tabaco y oro, no tuvo opción con su primer enemigo, otro rajado y malote toro de Valdefresno y eso que era el de menor peso del encierro, pero aunque el comienzo de la faena tuvo cierta gracia y enjundia, pronto se acabó lo que se daba. Además falló con la espada pinchando varias veces hasta que el animal se tumbó y fue descabellado. En el quinto un «pitonero» de lámina y hechuras «lisardas», Morenito estuvo muy serio, asentado, firme, conjugando la muñeca y el poderío, citando cruzado con verdad y desarrollando con elegancia el manejo de la muleta. Dos de las series, templadas y espaciosas, a cámara lenta porque el toro no tenía más fuelle, fueron muy aplaudidas y reconocidas por el público. Perfilado para matar recetó al toro una estocada hasta la bola, produciendo derrame ostentoso y abierto, lo que hizo que la petición de oreja fuera escasa y minoritaria. Tras el arrastre del toro, fue ovacionado con fuerza, agradeciendo con el saludo desde el tercio.
En la cuadrilla de Morenito fue aplaudido Luis Carlos Aranda, el banderillero de confianza, por un par asomándose al balcón y llegando a la cara del toro con zalamería y dando el pecho para poner los palos.
Concluyó la terna Alberto Aguilar, otro torero de los de raza y esfuerzo, que tienen que ganarse los contratos a base de tesón, riesgo y entrega. Toreó muy bien a un rebrincado «joyero», mansote y descastado, al que saludó con dos largas de rodillas. Aguilar valiente también nos dio un sustito a los espectadores al resbalar ante la cara del toro cuando trataba de igualarlo. Menos mal que la cuadrilla anduvo lista y todo pasó sin ninguna consecuencia, porque el toro era un pavo de presencia irreprochable aunque de bravura escasísima. Una media estocada y un aviso silenciaron su labor . Pero el torero en el sexto que cerraba corrida de nombre «langosto», otro cinqueño de Valdefresno, volvió a demostrar su valor y su raza como torero. Fue ovacionado al terminar su faena.
En fin, en la corrida de hoy, como resumen, seis toros con presentación irreprochable y comportamiento menos de un toro bravo que de otra cosa, por descastados y rajados, donde se medio salvó un tercio del encierro. Ah! y la elegancia de Morenito de Aranda manejando la muleta y el valor de Escribano y Alberto Aguilar. Lo demás, hasta el chirimiri, para pasar página.
Fotos: Fermín Rodríguez/Archivo/López Garañeda/Juan Pelegrín
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