Vuelven los festejos taurinos, aunque no con la abundancia y amplitud de temporadas anteriores, a ofrecer su espectáculo a un público en el que se observa la profusión de aficionados jóvenes, cuando antes, como en los cultos de la misa, no había más que calvas y canas. Da alegría ver la savia nueva en los tendidos, padres y abuelos acompañados de hijos y nietos menores de edad poblando las gradas, divirtiéndose con las evoluciones de toros y toreros y aplaudiendo las faenas que se dan en los ruedos. Y lo mismo me da en espectáculos taurinos tradicionales como los de cortes, recortes y quiebros, y en las novilladas y corridas de toros en las que los toreros, vestidos de luces, ponen su arte y su valentía en el escaparate de un redondel.
Hace unos días con motivo de las fiestas de San Juan en Medina de Rioseco, el Coso del Carmen ofreció una más que interesante corrida de toros mixta en las que el público apreció todas las formas de enfrentarse a un toro a pie o a caballo, pues en el mismo se dio el rejoneo y el toreo a pie. Y en su graderío un grupo de amigos, chiquillos menores aplaudieron y jalearon a los toreros.
La aparición de jovencitos en las plazas de toros es la mejor noticia que ahora mismo se puede comprobar en cualquier programa taurino que se ofrece al público y eso sí que es una buena señal para el futuro de la Tauromaquia, ya que el interés se despierta en seres de corta edad que son, a la postre, quienes llevarán dentro de unos años, el precio del fabuloso espectáculo de la fiesta de toros.
También es evidente la llamada a los jóvenes dándoles la posibilidad de acceder al tendido por una cantidad simbólica, incluso semi gratuita, acompañado de una persona mayor.
¡Cuánto se ha hablado de los abuelos que llevaban a sus nietos a los toros y les explicaban las suertes de la lidia!, en una muestra didáctica imprescindible para garantizar la pervivencia de la fiesta. Y eso es lo que importa, se mire como se mire.
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