La corrida de Sahagún alcanzó momentos extraños cuando menos con más incidentes de los habituales en una tarde de toros. Por un lado, Román herido al cortarse la mano en el segundo de la tarde y quedar impedido para continuar la lidia; el Sirio cogido de malas formas al parear al sexto de la tarde y recibir el pitonazo en la zona inguinal; un caballo de la cuadra de picar echado a perder tras un derribo que le partió la mano izquierda por la coyuntura superior; los guardias interviniendo en el tendido identificando a personas más que exaltadas, alborotadoras, uno en la solana y otro en el tendido de sombra; el sol inmisericorde, calor casi insoportable… En fin, menos mal que Juan del Álamo y dos toros de Valdellán pusieron el interés y la chispa en esta corrida más que extraña por tanto suceso.
Ya arrancó la cosa con la ausencia de Fernando Álvarez Sobrado en la corrida por encontrarse con un posiblemente desprendimiento de retina, lo que le impidió asistir al festejo, al tener prescripción de reposo médico obligado. Ojalá, ese es nuestro ferviente deseo que se recupere el buen ganadero que es este leonés de pro. Y a lo que vamos.
Se han lidiado en Sahagún esta tarde tres toros de Valdellán, corridos en 1º;5º y 6º lugar, Manso el primero de solemnidad y rajado en cuanto su matador intentó someterle y los otros dos, bravos, encastados y duros, aplaudidos con fuerza en el arrastre. El quinto fue picado tres veces, castigándolo en exceso, aunque ni abrió la boca el animal durante la faena y tras varias estocadas y golpes de cachetero, el toro aún tuvo fuerzas y se levantó en un alarde increíble de raza y pujanza. Los otros tres han sido de Mercedes Pérez-Tabernero, corridos en 2º, 3º y 4º lugar, bravos y nobles aunque con poca fuerza, al irse apagando a medida que transcurría su lidia. Mejor el segundo que derribó al caballo del picador de forma estrepitosa.
Los espadas, Juan del Álamo, silencio, oreja y oreja en el que mató por Román. Román, aplausos en el único que lidió y Clemente, aplausos y silencio.
Hoy en Sahagún ha habido un toro, el quinto, que sobrecogió a la parroquia. Bien presentado, lustroso, golpeó las tablas y descubrió a Clemente, el torero francés que había realizado una buena faena, emotiva, cuajada, bien planteada al tercero de la tarde, pero que con este de Valdellán pese a ser picado de forma soberana, y aunque el toro tenía su importancia caso de haberse acoplado con él y decidido una faena dejándole la muleta en cada pase, para intentar hilar el siguiente, sin embargo el torero francés estuvo afligido, muy por debajo del burel. Por el pitón izquierdo ni lo intentó el torero francés, más angustiado por la brusquedad del Valdellán que murió con la boca cerrada después de cuatro intentos de clavar el estoque, hasta que le propinó una entera que le hizo doblar junto a las tablas. Pero el cachetero fuese por fas o por nefas no acertó a apuntillar al ejemplar y al cuarto intento se levantó el animal entre la admiración del público.
Clemente en su primero había estado muy bien, en el sitio, con gusto, firmeza, torería y temple. Incluso dio un quite a pies juntos muy aplaudido. Brindó la muerte del toro al público y se encontró con un toro que le sirvió en su torería. Recursos, técnica y buen hacer fueron notas destacadas del torero francés, pero los aceros le jugaron una mala pasada y el triunfo que tenía ganado lo perdió sinceramente.
Román, el valenciano discípulo de Gerardo Roa, recibió con una larga de rodillas al segundo de la tarde, siguiendo con dos verónicas y varias chicuelinas rematadas con un farol de rodillas en el centro del ruedo muy aplaudidos. En su lidia vendría la pérdida de tiempo hasta colocar al caballo derribado tras la primera y única vara, prácticamente en la boca toril, yéndose un tiempo precioso, que enfrió los ánimos de los espectadores. No obstante Román brindó su faena al público y empezó la misma de hinojos logrando dos series muy buenas y un remate aplaudido por la parroquia que se dio en la mitad del aforo de Sahagún de Campos. Sufrió un atropello del burel antes de entrar a matar y, tras la estocada y su mismo corte en la mano, recibió los aplausos del público pasando a la enfermería. De ella ya no saldría para completar su intervención, encargándose Del Álamo como director de lidia de despachar al segundo de su lote, sexto de la tarde.
Y Juan del Álamo, a quien por su triunfo hemos dejado el último en esta crónica. En forma el torero de Salamanca, a quien representa Rui Vento Vasques hizo lo mejor de la tarde, sobre todo ante el sexto y último, un Valdellán al que sometió, entendió, se fajó con él y logró arrancarle una oreja pedida por el público. Si en el que abrió plaza estuvo frío y anodino debido a la mansedumbre del toro, en el cuarto de la tarde al que llevó galleando al caballo estuvo bien con ambas manos, lleno de poderío, entrado en sazón, conocedor de sus limitaciones, técnica y oficio aprendidos más que de sobra. Acompañó la embestida con desplante y un vozarrón de ¡toma toro! cuando entraba con la espada a matar al ejemplar al que exprimió como un limón en su escasa fuerza. Superando su poderío en el que cerraba corrida, un santa coloma bravo y encastado, noble pero no tonto, que lidió y cortó una oreja en sustitución de su compañero lesionado.
Juan del Álamo mostró en Sahagún que viene para quedarse en esta vocación de torero en la que ha escalado muchos lugares, especialmente tras la formidable gesta en la feria madrileña de San Isidro donde salió merecidamente por la puerta grande.
En resumen, una corrida con más incidencias de la cuenta, pero magnífica en organización y solvencia para paliar los problemas que se presentaron. Tal vez faltó el riego del albero a la mitad del festejo para que la polvareda no molestara tanto, pero San Juan de Sahagún fue honrado con toros en su localidad leonesa. Y eso es lo más importante.
FOTOGRAFÍAS: José FERMÍN Rodríguez
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