Mayorga, un pueblecito al norte de la provincia de Valladolid, en la misma tierra de campos y amparado por las reliquias de Santo Toribio de Mogrovejo a quien honran en una noche de fuego y humo con el recuerdo del Vítor, origen de la victoria cristiana en la vida del santo, celebra sus fiestas patronales con encierros y capeas de un sabor tradicional muy difícil de olvidar para todo aquel que pasa alguna vez por la amigable y hospitalaria localidad. Este año, el empresario Jorge Manrique ha puesto en el cartel la celebración de un festival taurino al que decidimos acercarnos para verlo y comentarlo. Es una vivencia única que arranca en el despeje de plaza, a cargo de un grupo variopinto de vecinos, chicos y grandes, que van dando golpes a un bastón de considerables proporciones con sus varas y cayados, al ritmo de la música y de una canción que entonan entre los sonidos de la charanga y que llaman «El Pepe», mientras los toreros y el correllaves esperan a que recorran el rectángulo del improvisado coso taurino, cómodo y oportuno.
Todo el tendido de sombra lleno hasta la bandera y solo en la solana, allá a la boca toril los mejor pertrechados de sombrero presenciaron el festejo en el que se lidiaron cuatro novillos de Sánchez de Valverde, bien presentados, con cuajo y romana, próximos a cumplir los tres años. De manera que les hubiera venido bien una varita para ahormar la embestida a veces brusca y violenta. Dieron cuenta de ella, Javier Jiménez, oreja; Varea, silencio; Alejandro Marcos, dos orejas y Manuel Diosleguarde, dos orejas.
El festival taurino ha estado entretenido y además luminoso, con sol y moscas, a las cinco en punto de la tarde, cuando el pañuelo del Presidente ordenó el comienzo.
Javier Jiménez estuvo bien y solvente con el que abrió plaza, un novillo muy bien presentado y con cuajo. Tuvo pasajes compuestos y templados sobre todo por el pitón izquierdo. Sufrió un achuchón sin consecuencias del que se sobrepuso y volvió a la cara del torete con una sonrisa, tranquilizando a todos. Estocada entera tendida y descabello para recibir una oreja.
Varea tuvo mala suerte con el novillo, el peor del encierro, al que había que someterlo y dominarlo en su brusquedad con más oficio y determinación. No ha brillado el diestro en su faena brindada al público del más complicado novillo al que despachó de estocada al rincón. Silencio.
Y salió el tercero para Alejandro Marcos al que recibió con unos lances a la verónica, sacándolo a los medios con mucha torería. Luego, con la muleta Alejandro Marcos sacó brillantemente todo el partido a la embestida del novillo con un faena muy poderosa, entregada y bella del salmantino. El único pero, la estocada entera defectuosa que tiró por tierra con aparatoso derrame al animal. La faena caló en el público y se pidieron las dos orejas que le fueron concedidas.
El joven salmantino Manuel Diosleguarde, un novillero de extraordinaria proyección de futuro estuvo valiente, bravo, con estilo y profundidad, salero y ganas se fajó Manuel con el colorado que cerró festejo. A lo largo de su trasteo ha ido asentando la faena y sobre todo por la derecha ha embarcado bien al burel, que acusa flojera en una pata. Muy aseado y entregado el salmantino. En novillero, como hay que estar ante la cara del toro. Estocada entera arriba haciendo bien la suerte del volapié. Dos orejas y triunfo merecido.
En fin. Creo que hoy hemos visto a dos toreros salmantinos que llevan la enseñanza de quien fuera director de la escuela, Juan José, y del pupilo de José Ignacio Cascón con dos joyas en sus joyeros, una prácticamente hecha, la de Marcos y otra, un diamante que en cuanto se pula causará sensación por su toreo de verdad, arrimo, desparpajo y tranquilidad.
Fotos: J. López
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