Acompañado del diestro de la tierra Morenito de Aranda, padrino de su alternativa, salió a hombros de la plaza de Roa un exultante Valentín Mingo, torero por la gracia de Dios, por su arrojo, ganas y valentía demostrados ante los ejemplares de Navalrosal, traídos a Roa por la empresa organizadora, tras cortar tres orejas en el lote que le correspondió de la primera corrida de la feria en honor a San Roque y Nuestra Señora.
Se lidiaron seis toros de Navalrosal, excelentemente presentados, bravos y nobles, tres de ellos aplaudidos en el arrastre, con nervio y codicia, otro pitado por la concurrencia cuando salió del toril por el escaso volumen más que por el trapío y dos estupendos animales, encastados y codiciosos, queriéndose comer las telas, aunque uno de ellos desarrolló sentido y se las hizo pasar putas a Iván Fandiño cuando se perfilaba para estoquearlo, haciéndole coger el olivo precipitadamente.
Vamos poco a poco para no cansar y dar al relato la pasión que el mismo merece.
Una tarde espléndida de toros, con sol ardiente y moscas, y tres cuartos de plaza en los tendidos, con una solanera más que bullanguera, aficionada, entendida y gustosa del espectáculo que llegó incluso a hacer corear la canción «sigo siendo el rey» a toda la concurrencia en el último de la tarde y que exhibió pancartas de apoyo al torero que se estrenaba en la profesión.
Nos acercamos a la Villa del Empecinado y seguimos la corrida con Gerardo Roa, viejo torero, entendido y experto hombre del toro, hoy con la casa Chopera y a quien Iván Fandiño le brindó delante de nosotros el tercero de la tarde con un «Gerardo, va por tí y por ser de los pocos que confiaron en mí desde aquella novillada de Bilbao«. A este ejemplar Fandiño le toreó con gusto y gustándose, sacándole los pases en series ligadas y despaciosas. La cadencia de Iván con el de Navalrosal terminó con unos adornos muy aplaudidos por el público. A la horas de despacharlo lo pinchó antes de lograr la estocada algo desprendida y escuchó un recado de la presidencia en forma de aviso, ostentada en esta ocasión por el alcalde de la localidad David Encinas, quien además es un estupendo aficionado. Al doblar el toro, los pañuelos del público hicieron que la Presidencia otorgara la oreja del ejemplar.
En el quinto, pese aquel dicho de no hay quinto malo, esta vez sí que lo fue, pues el toro de Navalrosal resultó ser un listo, muy exigente con el torero, que no rompió nunca en la lidia, antes al contrario a punto estuvo de darle un disgusto al buen torero vascongado. Destacar en la lidia al peón Jarocho que colocó extraordinariamente bien dos pares de rehiletes, asomándose al balcón, siendo aplaudido.
Morenito de Aranda, por aquello de ser el padrino de la alternativa de Mingo y director de lidia estuvo en su línea de buen hacer y toreo entregado. Midió correctamente los tiempos, hizo muy bien las cosas, adornándose tras someter a su primero, una auténtica pera de don guindo, dulce, brava, acometedora, encastada, un señor toro de Navalrosal para entendernos, pero a la que no mató bien, pues pinchó sin soltar y propinó una estocada desprendidita. En su segundo que brindó a José Ignacio Ramos diciéndole: «Maestro, te he admirado siempre. Va por tí«, estuvo con temple y ganas en toda la faena. Gerardo Roa desde el callejón le gritaba una y otra vez: «no le des tirones, échale la bamba«. Mató de pinchazo y estocada algo atravesadilla y un golpe de verduguillo. El presidente, esta vez bastante generoso, le otorgó las dos orejas.
Y vamos al toricantano madrileño, Valentín MIngo, que hoy se ha doctorado en Roa de Duero para su currículum y recuerdo gozoso. Le tocaron a Mingo dos peladillas de Navalrosal, una de 515 kilos que abrió plaza, un toro hecho, cuajado, serio pero noble y bravo que metió bien la cara, llamado «Segurito«. El diestro brindó a su padre y como anécdota decir que llevaba en uno de sus brazos un brazalete negro que ponía: «Va por tí«, referido a su mozo de espadas César, recientemente fallecido, y por quien elevó al cielo las dos orejas obtenidas tras su faena en un emocionante recuerdo. El nuevo torero fue doctorado por Morenito de Aranda en presencia de Fandiño a las 18,55 de la tarde, tras entregarle los trastos, deseándole suerte y dándole un abrazo, entre la ovación del público.
En el que cerraba plaza y que recibió por fas o nefas tres puyazos estuvo muy bien lidiado por la cuadrilla y que el diestro sacó a los medios para mejor lucimiento. Acabó con el animal de una estocada al encuentro, algo perpendicular, pero que bastó para mandar al desolladero al ejemplar que terminaba tarde y corrida.
Después costaleros tardíos sacaron en hombros a Valentín Mingo y a Morenito de Aranda por la puerta grande de la plaza de Roa con la ovación del respetable y los ramos de flores entregados por la reina y damas de las fiestas.
Muchas caras conocidas y de amigos en los tendidos: Los ganaderos de Navalrosal; el ganadero Trifino Vegas; el estupendo aficionado pedrajero Javier Fernández; el diestro Mariano Jiménez; Goyo venido desde Vitoria a ver la corrida y Fernando el del Tiemblo, amigos con los que compartí callejón y comentarios; Carlos Santoyo y Roberto Aguado de Castilla y León televisión, Ángel y sus compañeros de la Peña el Tinte y alma mater de los coloquios en la casa de Cultura… A todos gracias por su compañía y felicidades por sus éxitos.
FICHA DE LA CORRIDA:
Plaza de toros de Roa.
1ª corrida de la feria. Tres cuartos de plaza.
Morenito de Aranda, oreja y dos orejas.
Iván Fandiño, oreja y aplausos.
Valentín Mingo, que tomó la alternativa, dos orejas y oreja.
Reportaje gráfico: Fermín Rodríguez
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