Media plaza escasita para presenciar una corrida de toros que había sido aplazada en las fiestas patronales con motivo de la lluvia. Un toro de Astolfi (1º), escurrido de carnes, y un toro lidiado en cuarto lugar y cuatro novillos de Domingo Huelva, desiguales de presentación, flojos y de juego dispar, para el recién toricantano Javier Benjumea, silencio y palmas tras aviso. Alejandro Enríquez, oreja y silencio tras aviso y Antonio Rosales, dos orejas y silencio. Una novillada con picadores anunciada para las fiestas patronales de Tordesillas, transformada en Corrida de toros mixta por el arte del tiempo, del encantamiento y porque así lo anunciaron, veinte días después los carteles que la empresa Suerte Natural pegó por los sitios de costumbre.
Eran las cinco de la tarde, como en el poema lorquiano, y como la gente con el abono antiguo de las pasadas fiestas podía acceder al coso, fue motivo de encontrarse la plaza con prácticamente media entrada a las cinco de la tarde, un sábado, con tiempo espléndido y sol y mosquitos por el coso.
La verdad que la corrida no pasará a la historia de la tauromaquia. Todo transcurrió plácido, tranquilo, sin prisas, pero sin pausas, presidiendo el concejal de festejos del Municipio tordesillano Luis Juez, asesorado artísticamente por Cachichi. Soltado el primer toro, con el número 6 en el brazuelo, por tanto utrero, aunque la carta de nacimiento ya apareciera como cuatreño, por el birlibirloque reglamentario del hierro y de la carta de nacimiento para fijar la edad de un toro, escurrido, ligero de pies, agalgado, mal comido y peor tratado a juzgar por los varetazos del pellejo. Le tocó al hijo de Pedrín Benjumea y la verdad es que el bueno de Javier, reciente torero de alternativa septembrina, no logró encandilar al público que se tomó a guasa la presencia, el trapío del torete. Además mató horriblemente mal, haciendo guardia el estoque lo que deslució aún más la faena. En su segundo, un toro algo más cuajado que el anterior, estuvo sin entregarse, queriéndolo hacer pero no pudiendo.
Alejandro Enríquez cortó una oreja al primero tras una faena aseada y estirándose, pero con el manejo de la espada tampoco estuvo muy acertado, con lo que se escapó un triunfo que buscó ansiosamente. Quien mejor dibujó el toreo lo hizo en el primero de su lote, Antonio Rosales, que brindó la muerte del ejemplar a su amigo el picador Javier Bastida que asistía en una barrera del tendido a la corrida. Pases con desplantes y cites estrechando el viaje del animal alrededor de su figura y un pase de desprecio, arrojando muleta y estoque y quedándose en la misma cara del animal con cierta zalamería, le darían las dos orejas del toro, no pedidas muy insistentemente por el respetable y, a la postre, proclamarse ganador del festejo.
En el que cerraba plaza, nada de nada. Lo intentó pero el novillo llevaba la cara alta con lo que nunca fue sometido por su matador. Además clavó el estoque muy mal por lo que se silenció su labor.
En resumen, Tordesillas ha cerrado por una circunstancia meteorológica las corridas de toros en nuestra provincia. Ahora toca repasar la temporada, entregar los premios, contar recuerdos y prepararse para la nueva que viene tan fenomenal y tan interesante o más que ésta que se ha ido.
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