En la víspera del Corpus se corrió el Toro enmaromado de Benavente, uno de los toros tradicionales de cuerda que aún se celebran en Castilla y León. Su significación, su llamada y su inclusión en el calendario festivo anual se evidencia año tras año, pese a las voces que se oponen a la misma y que no aceptan nunca nada más que la imposición de su propio criterio. Esta fotografía deja en muy mal lugar a esos vociferantes genios del antitaurinismo que dicen luchar por el bienestar animal, cuando su intención es el beneficio particular de ellos mismos y de sus organizaciones más que violentas en tantas y tantas ocasiones.
El Toro enmaromado de Benavente se ha celebrado un año más con provechosa participación de público especialmente joven que siente como suyo el juego eterno del ser humano con el toro, cortándole , burlándole, toreándole, citándole en cualquier calle o plaza y emocionándose en un instante de sentimiento e historia con la atávica costumbre heredada de sus mayores.
Tres grandes toros, festejos tradicionales, había en la zona que causan prurito y rechazo tanto como apego, cariño y apoyo: El Toro de Tordesillas; este de Benavente y el de Medinaceli.
Los políticos, más dados a regular y condicionar la vida de los ciudadanos, manoseando su libertad y estrechando el cerco de las costumbres rurales, queriéndolas enmudecer a golpe de decreto especialmente en materia taurina, han sido quienes no dudan en ocasiones doblegarse y aceptar las tesis de personas buenistas, vociferantes, para quitar, eliminar, prohibir o cercenar la costumbre que fue y que no se puede olvidar.
Hoy escribo estas líneas viendo con orgullo el desarrollo del Toro enmaromado de Benavente, con una multitud emocionada y gustosa de este festejo único en el que un toro atado con maroma por los cuernos es llevado hasta el lugar en donde es sacrificado para completar el ciclo vital de su existencia y entre la gran ovación de los espectadores, en el matadero de Benavente acabó su historia para pasar a los anaqueles o vasares de la carnicería.
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