Silencio impresionante que podía cortarse con un cuchillo en el momento del paseíllo y justo antes de que la banda de música se arrancara con el himno nacional de España. Parece que en la fotografía captada por Sánchez Olmedo revoloteen tantos anhelos en el aire recogidos bajo la techumbre de una instalación moderna más propia como recinto deportivo que como plaza de toros.
Todas las medidas puestas al servicio de cuantos acudieron a la Chata madrileña, porque la Chata de ahora es la dulce plaza de Soria, y una corrida de apertura de esta atípica feria de San Isidro que empezó justo el mismo día en que la Iglesia conmemora y celebra el patrón de los toreros, San Pedro Regalado.
La empresa organizadora, FUNTAUSA ha hecho todo lo que está de su mano para poner en el escaparate una feria merecedora de atención y seguimiento, ha cuidado los detalles al máximo, poniendo en escena a todo el personal colaborador, al público con la distancia social requerida y publicando un cartel con toda la carga emocional de estos tiempos. Incluso la renovación del aire en el interior de la plaza.
Bien es verdad que este San Isidro, iluminado por focos eléctricos, sin la luz del sol, el titileo de los trajes de luces reflejan de otra forma la verdad de la fiesta, el riesgo, la cadencia, el miedo, el valor, el triunfo, el fracaso…
Hoy han abierto la feria tres toreros valerosos, entregados, decididos a poner de su parte todo lo que les dejaron las reses de El Pilar que no resultaron de comportamiento y bravura redonda y excepcional como en otras ocasiones, pero que mantuvieron la atención e incluso llegaron a ahogarse en una falta de fuerza más que evidente. Todos ellos acudieron una sola vez al caballo, pues el cambio de tercio tras la primera vara es factible en la categoría de la plaza.
Si tuviera que destacar lo que más me ha producido emoción y sentir ha sido la actitud de Ginés Marín, su forma de citar, con verdad y aguantando los parones del toro. Mucho mérito Marín ha tenido esta tarde en su forma limpia, verdadera, sin trampa ni cartón, para componer la figura, citar, templar y mandar a un burel con todo el arte de torear.
San Isidro, patrón de Madrid, gracias por ofrecernos otra vez los toros.
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