El final de este mes de febrero, febrerillo el loco en el argot refranero, puede marcar un hito importante para el devenir de la causa taurina en España y en aquellos países en donde la Tauromaquia es el referente para muchas personas, sobre todo de aquellas que protegen, fomentan, ensalzan y pagan la fiesta con su entrada, su tiempo y su dinero.
Albacete, la ciudad donde se convoca al Congreso internacional de Tauromaquia, pomposa actividad e iniciativa para el reconocimiento universal de la misma, en la que tanto tiene que ver el que fuera embajador de Venezuela en España, William Cárdenas, es el lugar donde se desarrollará el acontecimiento.
En este primer Congreso internacional para la Tauromaquia como Patrimonio Cultural, que tendrá lugar en Albacete durante los días 27,28 de febrero y 1º de marzo próximos, implica la unión de los países taurinos para desde sus diferentes gobiernos, poner en marcha el Proyecto Tauromaquia-UNESCO, que persigue incluir la Tauromaquia en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un encuentro que constata la importancia de que los países estén coordinados a fin de que sus declaraciones nacionales y regionales continúen siendo como las producidas hasta ahora en España, México, Portugal, Perú, Venezuela, Colombia y Ecuador, a fin de que estén en armonía con las disposiciones de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de dicha organización, para lograr el objetivo final del blindaje definitivo por medio de un tratado internacional.
Albacete, la ciudad cuya alcaldesa Carmen Bayod recibirá con los brazos abiertos a este grupo de personas de distintas naciones y países que tienen como signo taurino significativo la lidia y fiesta de toros es la ciudad elegida, el sitio de donde saldrá al menos el cuchillo afilado en mente y cuerpo para defender y dar sentido al movimiento taurino y todo lo que ello conlleva y representa.
En Albacete, como antes lo tuvo Toro o Zamora o Salamanca o Valladolid, ciudad taurina, o tantos y tantos pueblos españoles que se han adherido a esta realidad incontestable, refulge la fiesta de toros, negándose a su inmolación pasiva y crítica de tantos como tenían que pasar a engrosar las filas del orgullo taurino.
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