La novillada en el coso de los noques, aquel pozuelo en donde los pellejeros de Santa María la Real de Nieva ponían a curtir las pieles y donde el claustro de santa María invita a recorrer y sosegar el paso antes de cualquier agitación, dio la sensación de una terna sin demasiada proyección propagandística a la que hemos visto que se fajó con los utreros, novillos toros, de la ganadería el Tajo y la Reina de Joselito como mejor saben y pueden: Valor, entrega y decisión contrastada.
El empresario segoviano Emilio de Frutos se tiró al monte de la organización, como si la red de sujeción no pudiera impedir su deseo por dar festejos de toros en los pueblos en donde es acogido y donde tiene el suficiente predicamento y decisión como para esperar de él que la suerte le sonría, por su trabajo y esfuerzo en la promoción torera.
La ganas del diestro Emilio de Frutos, quien fuera cocinero antes que fraile, trajo y puso en el escaparate en una tarde ventosa, de luz difusa y calor tormentoso una novillada con picadores plena de interés para el aficionado por ver y gustar lo desconocido y al público en general por sentir en el graderío de una plaza coqueta e histórica el sentido de la medida torera y artística, suele atraer como imán a quienes ya nos estamos acostumbrando demasiado a mirar mucho y ver poco en una tarde de toros.
Tres muchachos, novilleros, José Rojo, el trujillano de “matar o morir” en las Ventas, Ángel Bustos que empezó en Consuegra (Toledo) su periplo torero y el onubense de Hinojos, Diego Vázquez, acompañados de sus correspondientes cuadrillas echaron la tarde a lo importante frente a novillos toros de Talavera de la Reina, que llevan la divisa de El Tajo y la Reina.
No hubo trofeos, salvo el que pidió el público tras despachar José Rojo al cuarto de la tarde y que el palco mantuvo el tipo de no regalar nada, pues el torero había pinchado tres veces al burel. Y aunque su faena resultó entregada y valerosa, con cierto interés, sin embargo la Presidencia en este caso a cargo de Jeremías y asesorado por Antonio Risueño no otorgó la oreja, acertando de pleno el palco y no plegándose a los abucheos de los pocos espectadores que silbaron. Una vuelta al ruedo fue más que suficiente por lo hecho en su faena.
Ángel Bustos también se fue de vacío de la antigua y poco protegida plaza de toros, emblemática e histórica de Santa María la Real. Con “desgarrado”, el segundo de la tarde, un toro melocotón del Tajo y la Reina, terciado y noble, ante el que pudo poner algo más de su parte el novillero y que tras brindar al público le instrumentó algunos pases por ambas manos con cierta gracia, pero la espada, ay la espada, aquello fue un calvario para el torero. Pinchazo y un golletazo infame hicieron doblar al burel.
Diego Vázquez tampoco tocó pelo en su comparecencia ante el público de Santa María la Real de Nieva, aunque hay que destacar un buen quite por chicuelinas rematado con una media muy aplaudida a “jambrío” que ese era el nombre con el que apareció bautizado el burel. Recibió un aviso tras pinchar, estocada y dos descabellos.
En fin. Lances sueltos, Poca decisión en los novilleros, agravadas sus faenas por el vendaval y la tormenta y ya se sabe que el aire es el peor enemigo con que cuenta un torero en su comparecencia.
Me ha gustado sobremanera el coso de los noques de Santa María la Real de Nieva y ojalá alguien se ocupe de salvar esta joya popular levantada por el esfuerzo de los segovianos de aquella hermosa localidad en la que hemos pasado una tarde más que gozosa, sobre todo viendo el claustro de los Dominicos y sus figuras de piedra así como su plaza de toros que hablan y gritan demanda de protección.
FICHA DE LA NOVILLADA
Santa María la Real de Nieva, Un cuarto de plaza. Seis utreros de El tajo y la Reina, nobles y bravos para José Rojo, saludos desde el tercio y vuelta al ruedo. Ángel Bustos, silencio y aplausos y Diego Vázquez, silencio y aplausos.
REPORTAJE GRÁFICO: José FERMÍN Rodríguez
Ramón dice
Gracias por tus excelentes comentarios y por el gran reportaje fotográfico.
Es una plaza histórica y debemos hacer un esfuerzo por mantenerla y restaurarla.