Inigualable la faena de Diego Urdiales con estímulo, arrojo, valor, señera colocación y torería por arrobas la derrochada esta tarde en Madrid ante un bravo ejemplar de Fuente Ymbro. Tanto es así que el público, como saben todos los aficionados, le obligó a dar dos clamorosas vueltas al ruedo tras cortar dos orejas de ley y grandeza merecidas.
Hoy he visto por televisión la faena de Urdiales y una serie de pases al natural increíbles, como hacía tiempo había visto, haciendo girar al toro alrededor de su talle espigado y quieto rematando el pase hasta detrás de la cadera con cadencia, temple y valor. Y me he reconciliado con esta profesión de torero que vive muchas veces del aire y de milagro pese a dificultades, contrariedades, cortapisas y desdenes que se producen más a menudo de lo que se cree en ese mundo duro, pero a la vez inefable y hermoso.
Me alegro por este torero que ha demostrado en Bilbao y en Madrid, tal y como lo hace también en donde concurre, que es uno de los mejores intérpretes del natural canónico manteniendo siempre la torería. Y rematando la faena con una estocada en todo lo alto, el broche final para una obra de extraordinaria hermosura.
Diego Urdiales, y mi amiga Ana Pedrero que lo vio en directo atestiguará y lo contará con más calidez y belleza, se lo merecía. Tantos años de brega y de desaliento han echado un suspiro cadencioso, clásico y lleno de torería en Madrid, una tarde de la Feria de Otoño, cuando puso el arte de torear por encima del cielo un torero de Arnedo, un grande, llamado Diego Urdiales Hernández en su consagración. ¡Gracias, maestro!.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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