Bravo y resistente, furioso y noble, duro como el pedernal que a punto estuvo de irse al corral por el tercer aviso, sin rendirse nunca a la pelea, un toro fiero y generoso en su comportamiento, santa coloma puro, graciliano y población, que de todo puede que tuviera la sangre del ejemplar de Fernando Álvarez Sobrado, el ganadero de Valdellán, que guarda en Santa María del Río, pueblecito leonés en la tierra de Cea, su enclave ganadero de bravo entre hojas de robles añosos y acogido al silencio de un viejo cenobio de otro tiempo donde la espadaña de la campana tañe tan solo en día de fiesta. Fernando Álvarez Sobrado, enamorado del campo, incansable emprendedor, luchador nato y hombre abierto y hospitalario, merecía que le saliera en Madrid un toro como este «Carasucia«, duro y noble de mirada fiera.
Y con él Jairo Cañedo, el mayoral, que vio expectante y en tensión la reválida de sus toros en Madrid, ante un público que aplaudió con fuerza en el arrastre y reconoció la bravura exigente de «Carasucia«, recibiendo así el parabién, la emocional compensación de las cosas bien hechas con sentido de trabajo y esfuerzo en la ganadería leonesa de Valdellán.
Hoy habrá vuelto a sonar la campana del viejo cenobio, pero por la alegría de un toro en torrente de embestidas que le llamaron «Carasucia» y salió el tercero de la tarde en la corrida de San Isidro, para ser lidiado por Cristian Escribano. Y, al final, por encima de todo, con el sonido de los cascabeles de las mulillas del arrastre, se llevaban el cuerpo de un toro bravo al desolladero entre la ovación entregada y larga del público madrileño.


Enhorabuena a la gente de Valdellán y suerte para el sábado 15 en Sahagún donde hay una segunda parte emocional y emocionante de esta historia de los toros bravos leoneses y contemplar su encastada embestida.
Fotos: J. Sánchez OLMEDO
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