Dos años ya de aquella magna y grandiosa manifestación de Valencia en plenos días de fiestas en honor de San José. Las Fallas estallaron en luces y estruendos, colorido y amistad de toda la familia taurina para engrandecer aquel momento de reivindicación, de orgullo y defensa de la Fiesta de los toros, vilipendiada, denostada y atacada como no digan dueñas.
Valencia marcó un antes y un después de aquellos momentos de acoso y derribo por tantos y tantos órganos, individuos y sociedades animalistas que hoy ven con agrado cómo solo en Madrid el número de mascotas perrunas duplican la existencia de niños menores de cinco años existentes en toda la capital de España. Indudablemente se ha cambiado al ser humano infante por el perro, la mascota que ni habla, ni protesta, ni tiene obligación alguna con la sociedad.
El mundo taurino empezó a organizarse, a unirse en el objetivo común de defensa de la fiesta de toros por entender que ella en sí misma es la razón y fin de una historia, un aspecto cultural sin duda alguna y una manifestación de gloria, emoción y tragedia cada tarde de festejo.
Resonó el grito de “libertad” junto a la plaza de toros de Valencia como un restallido inmenso, más aún que el trueno de una traca, pidiendo justicia, respeto y albedrío para una Tauromaquia vejada por un grupo organizado de violentos y arropado en un modelo de sociedad que quiere imponer a los demás su criterio a la fuerza, con violencia, radicalismo, teatralidad, mentiras y modas extrañas. Hace dos años la calle de Játiva de Valencia fue el altar grandioso en donde la Fiesta de los toros, de todos los toros, de todos los toreros, de todos los taurinos, ha tenido su celebración, universal, unida, en comunión con todas las organizaciones, peñas y sociedades que tienen por bandera el fomento y apoyo a la fiesta de toros.
Esta vez sí la montera y la talanquera fueron juntas, empeñadas en defender el mundo del toro, piedra angular de la fiesta, y causa por la que todos se ponen en marcha y hablan de la misma con propiedad y garantía. El toro corrido, de campo y de plaza, las organizaciones de tantos y tantos pueblos de España que estuvieron presentes en Valencia, bien física, bien espiritualmente, siguiendo con atención todas las actividades programadas y preparadas para este gran día de reivindicación han señalado una marca indeleble en el calendario vital de la Tauromaquia.
Por fin comienzan a hablar todos los taurinos. Ha costado, y mucho, pero las ruedas han iniciado su marcha y empiezan a moler el grano: Primero fue Castellón, después Valladolid y ahora Valencia, la terna en la que se ha visto retratado un mundo taurino que cree en su pasado, que lo respeta, lo dignifica y lo hace grandioso en la vida de muchas personas.
Los taurinos, por costumbre atávica, silenciosos y silenciados en sus reivindicaciones y apuestas, han empezado a hablar, han puesto un sentido más a su actividad, a su fiesta, a su atracción. Y cuando la calle habla de esta manera hay que escucharla y atenderla, sobre todo, si no por esos políticos terciados, llenos de prejuicios, que se doblegan ante los vociferantes que creen poder conseguir y pescar sus votos para domeñar al resto, al menos entre aquellos en los que aún pervive un aire de servicio público hacia toda la comunidad y no a una parte exclusivamente, marginando y despreciando la otra.
Los toros concitaron en Valencia un anticipo espectacular como es este lleno del coso de la calle de Játiva para celebrar la grandeza de la fiesta. El discurso emocionado de Paco Ureña puso encima de la mesa, una vez más, el grito de LIBERTAD. Muchos jóvenes llenaron, abarrotaron los tendidos en aquellos momentos y entre ellos varios miembros del Patronato del toro de la Vega de Tordesillas con su Presidente a la cabeza.
Castellón, Valladolid, Valencia, fue el triángulo reivindicativo y clarificador del significado profundo de la Fiesta de los toros hace ya dos años. Eso no lo puede negar nadie.
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