Y llegó la tercera de la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo. Una corrida anunciada sobre el papel de intensidad y acogida por los espectadores que cubrieron tres cuartos de la plaza del Coso del Paseo de Zorrilla, lidiándose seis toros de Domingo Hernández y Garcigrande que resultaron por este orden: manso, noble, rajado, terciado y noble, anodino y algo más enrazado el sexto, para Enrique Ponce, aplausos y silencio tras aviso; El Juli, oreja y ovación y José María Manzanares, aplausos tras aviso y oreja.
Enrique Ponce, lamentando que hoy se le han atragantado los aceros como un pinchauvas cualquiera, con la calidad y decisión que tiene el torero de Chivas. Al terciadito cuarto de la tarde de nombre «copla» y que brindó al público su faena le despachó de siete pinchazos, como si de los siete niños de Écija se tratara y una estocada final. Salvándose con las poncinas finales, esas de pierna genuflexa y estilo inconfundible del maestro valenciano que hoy en Valladolid no ha mostrado ni una pizca de magisterio en sus intervenciones. Posiblemente ante el primero de la tarde que abrió plaza, los remates de Ponce tuvieron cierta gracia y remates airosos a las series, pero con los aceros, ay los aceros, sin filo esta tarde, pinchó y descabelló por dos veces al burel. Pero eso sí el público le premió con una ovación y le obligó a saludar desde el tercio.
Enrique Ponce es un maestro consumado,nadie lo puede negar. Su voluntad estaba en agradar al respetable pero fuera porque el primero que le tocó salió manso y el cuarto con algo más de fuelle, no consumó la suerte de matar, salió de la plaza con la contrariedad pintada en el rostro.
Julián López «El Juli» tuvo enfrente un «apresado» de Garcigrande al que tras el saludo capotero, le propinó un quite antes de banderillear José María Soler que se desmonteró tras sus pares. Comenzó a pies juntos su intervención para, poco a poco, cimentar una faena de esas que llaman previsible y que luego tienen el mismo resultado. Lo despachó de una estocada casi entera y cayó la oreja por petición del público. Luego ante el quinto, buscando la puerta grande, lo dejó sin picar, pues el animal que se llamaba «jilguero«, al entrar al caballo rompió la vara del picador y el diestro pidió el cambio de tercio, hurtando totalmente la suerte de varas en este toro para aprovechar así la movilidad del ejemplar. Pero este «jilguero», colorado, de Garcigrande ni colaboró con el diestro, ni el torero hizo más por someterlo. Una faena anodina, sin demasiada sustancia que ni arrancó los olés francos y plenos del público. Terminó de un pinchazo y estocada, saliéndose de la suerte con descaro, para mandar al desolladero al toro.
A José María Manzanares le tocó el toro rajado del encierro de esta tarde que estuvo bien picado por «Chocolate» y echando en falta por lesión al buen subalterno «Suso» de la Nava del Rey. Se desmonteró Trujillo tras la brega y dos buenos pares de banderillas. Manzanares estuvo poderoso en dos de las series, mostrando al respetable que se encuentra en un gran momento, dominador y encauzando la embestida desrazada del toro. Intentó ante este último de la tarde poner de su parte lo mejor del repertorio, pero fuera porque el animal ya no quería coles, tras haber sido estupendamente lidiado, o porque ya era el final de la tarde, lanzó un tantarantán al diestro con el morro que hizo gritar a los espectadores, la verdad fue que cuadró Manzanares y entró a matar logrando una estocada entera, fulminante, merecedora por sí misma de la oreja que le fue concedida por el usía, en esta ocasión Pablo Delgado González.
Digo al principio que Valladolid se está olvidando, si no lo ha olvidado ya, del significado de una lidia completa en los toros, que las modas están retirando y apartando de la circulación. Los toros no se pican por aquello de la escasez de fuerza, se aplaude en el arrastre toros mansos y rajados y no se silba a un matador de toros que entra siete veces, siete, y hasta la octava no fue la vencida y se piden orejas tal vez para sacudirse la modorra de una tarde anodina, un pan sin sal en una palabra, de la que no queda un recuerdo profundo que perviva en la memoria.
FICHA DE LA CORRIDA:
Valladolid, tercera de Feria. Algo más de Tres cuartos. Sonó el himno nacional tras el paseíllo.
Seis toros de Garcigrande y Domingo Hernández, mansos, nobles y de fuerza justa para
Enrique Ponce, Ovación y saludos desde el tercio y silencio tras aviso.
Julián López «El Juli», una oreja y aplausos.
José María Manzanares, Ovación y saludos desde el tercio y una oreja.
FOTOS: José FERMÍN Rodríguez
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