Salió vestido Jiménez Fortes de catafalco y oro y acabó rebozado de arena negra y sangre, con un torniquete en la pierna, tras la cogida que le infirió «pompito«, un toro del Puerto de San Lorenzo, tercero de la tarde, ante el que desarrolló en todo momento una faena estricta de valor y entrega y en ocasiones desafiando la ley física del espacio imposible. Tres chicuelinas espeluznantes por lo ajustadisimas y luego una faena brindada al público para poner a revientacalderas la tarde, echando a barato su propia seguridad y entregándose con el burel a vida o muerte, pero con plena conciencia de lo que hacía, tal y como se le notaba en su manera de andar hasta el centro del platillo donde dejó la montera.
Era Saúl Jiménez Fortes el tercer espada de la tarde, por detrás de los maestros Padilla y Ferrera, dos hombres que no muestran tampoco trampa ni cartón en su torería, pisando terrenos inverosímiles y conectando con el público el primero tanto que los de la solanera prorrumpieron en el grito remedado: ¡»illa, illa, illa, Padilla maravilla!» tras cortar la primera y única oreja que hoy se ha conseguido en el festejo y Antonio Ferrera el torero entregado a la causa quien además protagonizó un vibrante tercio de banderillas aunque en uno de los pares los garapullos no quedaran en una perra gorda sino colocados algo caídos. Pero no por ello, el tercero en discordia iba a mostrarse temeroso en el respeto a sus maestros precedentes sino que, como discípulo aventajado, echó su destino en el albero negro de Santander y con torniquete, en vaqueros y sin chaquetilla y una paliza tremenda, se enfrentó al que cerraba corrida, mereciendo la pena y mucho todo cuanto le hizo.
Las imágenes, deslavazadas en una continuidad de recordatorio, quedan a un lado ante la verdad demostrada por Jiménez Fortes esta tarde en Santander, con una particularidad además de no haber logrado nada a cambio, tan solo el silencio del respetable, pero el profundo respeto de cuantos amamos la fiesta de los toros por la actitud de unos toreros unidos por el denominador común de la tragedia, cosido el cuerpo a cornadas, golpes y contusiones. Saúl ha sido hoy un ecce homo dolorido, pero sereno y satisfecho. Que Jiménez Fortes tiene toda la raza del mundo, bastante más que la que faltó a los toros del Puerto de San Lorenzo, ha quedado demostrado con creces. Sin olvidar tampoco a los dos veteranos maestros, Padilla y Ferrera, que llevan también en su esportón y en su muleta la verdad del toreo.
Plaza de toros de Santander. Tercer festejo de Feria, primera de las corridas de toros programada. Casi lleno en tarde ventosa y soleada.
Se han corrido seis toros de El Puerto de San Lorenzo, bien presentados, serios y nobles excepto el primero que hizo ademán de rajarse en dos ocasiones y soso y peligroso el sexto, para Juan José Padilla, oreja y silencio. Antonio Ferrera, Palmas y Vuelta al ruedo y Saúl Jiménez Fortes, aplausos y silencio.


Y en el anecdotario una fea acción de un grupo de fotógrafos que se pone delante de los toreros al iniciar el paseíllo, rompiendo la liturgia, la estética y la belleza que tiene ese rito de comienzo de una corrida. Los Delegados de la Autoridad deben poner coto a esa fea costumbre de algunos fotógrafos en ciertas plazas de toros, con una acción nada profesional y advertirles que no pueden en modo alguno hurtar al aficionado la belleza del paseíllo. Y si no, que vayan a Madrid a hacerlo a ver si se lo permiten.
Fotos: J. López
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