Fue en su tierra de Castellón donde este torero de joven hornada plantó sus reales y mostró la cadencia y el sentido del temple torero. Y ayer, envuelto en un halo desgarrado de tristeza, se cortó la coleta en la plaza de Valencia al acabar el festejo. Unos dicen que por un berrinche estremecido y estremecedor, otros porque el tiempo se echa encima y no hay progreso alguno en su participación en ferias de postín, aquellos que olvidado de empresas y estos que perdiendo la ocasión entre los dedos.
Lo siento por este torero y por Jorge Manrique que con ilusión llevaba su carrera. Y aunque me dice un buen amigo que estuvo allí viendo su toreo rubricado con un mal manejo de los aceros, la decisión es suya, seguramente cimentada en la hartura de la situación por la que pasan no solo él sino tanto y tantos toreros con el carnet en el bolsillo.
Tiempo habrá de hablar de estos finales duros y difíciles que cortan la trayectoria de un torero dejando la profesión por la que tanto esfuerzo e ilusión derrochó en su vida. Varea es un ejemplo más de la multitud de compañeros que, como él, viven, dejan su piel y dedican su tiempo a este sitio ingrato y difícil del mundo del toreo. Suerte en la vida, Varea.
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