Aunque se sabe que la mercadotecnia es un conjunto de principios, metodologías y técnicas a través de las cuales las empresas buscan conquistar un mercado, colaborar en la obtención de los objetivos de la organización, y satisfacer las necesidades y deseos de los consumidores o clientes, el de los toros, es un mercado potencial importante pues su volumen de dinero y negocio supera al del cine, teatro y ópera juntos, y se hace en ocasiones muy difícil encontrar acomodo en su mundo de compartimentos estancos y cerrados a cal y canto, donde quien quiera entrar en cada corralito debe amoldarse a las exigencias y servidumbres fijadas por su creador, si quiere intervenir y participar.
Algunas empresas taurinas son catalogadas por otras de la competencia como «vendedoras de humo«, dispuestas al engaño y la trampa, creadoras de falsedades y métodos no demasiado fiables y de confianza. Bien es verdad que en el complicado y difícil mundo del toro, hay personas que entran de pie y otras dan bandazos y vaivenes hasta que colocan sus productos en el escaparate de lo que se llama «el mercado».
Parece como si las empresas taurinas fueran reticentes a vender su producto con todos los pronunciamientos, exhibiciones, orgullo y dedicación que se precisa hoy día con el método de difusión, distribución y canales de oferta que pone a su servicio en estos momentos la técnica de la propaganda, del llegar al público y de hacerle ver la bondad de su finalidad.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, con la llegada de personas jóvenes y preparadas al mundo empresarial taurino, empiezan a cambiarse algunos de los aspectos que se tenían como intocables e inamovibles, pensando siempre con aquel estereotipo que los toros se defienden, se venden, se dan a conocer solos y sin ayuda de nadie. Cuando es todo lo contrario y si no, fíjense en el dicho aquel del fraile que decía: «Todo es bueno para el convento» y llevaba al hombro… lo que el lector conoce.
El mundo de los toros tiene que sumar, nunca restar, pero no sumar a lo tonto y a lo bobo sino con propiedad, conocimiento, realidad y esperanza, apreciando lo que en realidad le sirve y le aúpa a mantener un prestigio que solo las personas que quieren dárselo tienen.
Y ahí tienen mucho que decir las mesas de la Tauromaquia, las variopintas sociedades y agrupaciones de aficionados, empresarios y toreros, con un trabajo constante, activo, resuelto y metódico, amparado por quienes tienen la capacidad del apoyo y sustento al espectáculo de la grandiosa fiesta de los toros.
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