Ha llevado este hombre al arte de Marialva muy encima de cuanto pretendió el Marqués Pedro José de Alcántara de Menezes cuando puso su tratado, negro sobre blanco, en las bibliotecas de vocacionales seguidores del bello arte del rejoneo.
Diego Antonio Espíritu Santo Ventura, Diego Ventura en los carteles, es el rejoneador fetén, único, grandioso y señorial que ha puesto el arte de rejonear toros muy por encima de donde se encontraba hasta su llegada explosiva e intervenciones en los días de corrida, gracias a otros distinguidos y formidables caballeros.
Pero no es hoy el cometido de contar la excelente actuación de ayer en Las Ventas en donde logró abrir la puerta grande de la plaza por décimo octava vez que ya son veces triunfales, sino y sobre todo por la despedida que hace de un caballo preferido, amado, cuidado, hecho piel de él mismo en las actuaciones como si fuera un centauro mitológico redivivo, «Nazarí».
Una veintena de años a su servicio han sido, verano a verano y cartel a cartel, fructífera y larga etapa llevada a todas esas plazas en donde ha actuado, mostrando una conjunción, doma y sentido del arte de cabalgar juntos, merecedora de todas las palabras de elogio y también agradecimiento.
En una ocasión, allá por tierras de Portillo, Diego Ventura nos dijo que él entrenaba con sus caballos ocho horas diarias todos los días, los 365 días del año. Le contesté que así tendría la rabadilla de endurecida por ese ajetreo de monta y doma, llegando a causar la admiración toda su obra aportada al bello arte del rejoneo, pues los triunfos, los éxitos, los premios nunca se obtienen si no es con trabajo, dedicación y esfuerzo.
Ayer tarde vimos a Ventura despedirse de Nazarí, su caballo, al que nunca volverá a montar y lo hizo dándole un beso de agradecimiento, emotivo y sincero delante de todo el público.
Ventura ha puesto encima de la mesa la gran relación entre un animal y un ser humano, con el servicio, conjunción y receptividad, tras el período de doma, estructuración de los movimientos, enseñanza, aprendizaje y dedicación a un caballo que ha llenado su vida de éxitos y de alegría pero también de responsabilidad y futuro.
Diego Ventura ayer saliendo por la puerta grande de Madrid esbozaba una sonrisa tranquila, pausada, porque en su interior llevaba el adiós al caballo que le ayudó a hacerlo posible: «Nazarí» era su nombre de carta.
El esfuerzo, el sacrificio y el trabajo han merecido la pena, centauro «Ventuzarí».
¡Gracias!.
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