Cuando los toreros que ya han cumplido con creces los años de su vida y hoy ya están retirados del bullicio, los trajines, las idas y venidas por las ferias de pueblos y ciudades, se encuentran bien es verdad que esporádicamente, se revitalizan no solo las importantes raíces de la amistad sino que afloran los recuerdos vividos en gratificante jornada para sí mismos y su propia existencia.
Tal es el caso de un torero que por circunstancias vive en las islas Canarias y que de vez en cuando, al alborear la primavera su entretenimiento y vacación es volver a la península y encontrarse con los amigos, torear y matar ese gusanillo que vive con uno hasta que los gusanos del sepulcro acaben con todo.
Enrique Marciel Bermejo que ha contado su vida torera en un alarde de frescura recordatoria que nos ha emocionado con su lectura se ha encontrado con su tocayo Martínez Chapurra, con el maestro Andrés Vázquez, con Sánchez Puerto y con Andrés Hernando en la finca las Contentas de Segovia, muy cerca de la Granja de San Ildefonso, para torear y compartir, soñar despiertos y sentir el abrazo de los amigos tal y como desde que se fuera a aquellos lares insulares se estableció allí.
Andrés Vázquez, el torero zamorano de Villalpando que completó su gesta a los 80 años dando cuenta ante el público de un toro de Victorino Martín en la Plaza de Zamora mostró su torería y desparpajo, concitando el interés que siempre mantuvo. Por su parte Andrés Hernando, Chapurra y Enrique Marciel no le fueron a la zaga en lances, encuentros y torerías.
Luego, un poco más tarde, en el habilitado comedor del lugar todos compartieron el pan y la sal, aunque mejor habría que decir la carne y los garbanzos de un suculento cocido guisado despacio, como ellos mismos torearon. Y entre medias, las conversaciones inolvidables, únicas y completas de vivencias toreras.
Es el encuentro con toreros uno de los momentos con mayor viveza y relatos que uno pueda imaginar por la infinidad de anécdotas, cuchufletas y acciones que se ponen en el tapete. Ellos nunca se olvidan. Por eso, siempre les debemos los aficionados nuestro reconocimiento y consideración.
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