La Consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, Alicia García Rodríguez, abrió con su intervención las jornadas taurinas de Castilla y León que alcanzan en esta ocasión su décimo octava edición y que se desarrollaron en la Sala Fray Pío del Monasterio de Nuestra Señora del Prado. Unas jornadas taurinas éstas conformadas austeramente, muy sencillas, pero llenas de significado enriquecedor para todos, especialmente para la gente del toro que llenó ese cenobio religioso bellamente decorado. Muchas personalidades, ganaderos, empresarios y profesionales del mundo del toro escucharon las intervenciones de los ponentes.
La primera de ellas, titulada «Una ley para la fiesta» corrió a cargo del catedrático de derecho administrativo Tomás Ramón Fernández quien analizó en el tiempo la actual coyuntura de la fiesta de toros y especialmente al ser miembro de la comisión de trabajo para el plan nacional de fomento y protección de la tauromaquia. El catedrático analizó evolutivamente la fiesta de toros, destacando que la misma es más que un espectáculo, es un acontecimiento nacional de primer orden.
Si la Consejera en sus palabras puso sobre la mesa las cifras que en Castilla y León ha dado a la Hacienda pública 105 millones de euros de los 416 millones de euros que han constituido el negocio regional, Tomás Ramón corroboró la importancia del aspecto taurino, de la ley general para todo el territorio nacional y de los abundantes reglamentos taurinos que han aprobado las distintas Comunidades autonómicas. Así, mientras el del país vasco exige veinticinco novilladas picadas para acceder a la alternativa, el de Castilla y León exige diez novilladas con picadores.
Tras el descanso y pausa obligada, se celebró una mesa redonda con el tema de la «fiesta en el siglo XXI» en la que intervino el maestro y ganadero salmantino Pedro Gutiérrez Moya «el niño de la capea» quien arrancó la ovación más fuerte de la concurrencia al dejar bien claro el orgullo con que ha vivido y vive su profesión que debe ser sin miedos, sin esconderse, antes bien la de una sensación espiritual más que material, sobre todo cuando ves los ojos del toro que te miran y has de pasarlo, templarlo y dominarlo generando belleza y arte. «Eso es impagable y de ello me siento muy orgulloso y realizado en mi propia vida«.
El respetable que escuchaba atento prorrumpió en una ovación larga y sincera dirigida al maestro Capea.
No se anduvieron a la zaga el ganadero Antonio Bañuelos, firme y rocoso, claro y diáfano en su exposición, poniendo los puntos sobre las íes en la situación por la que atraviesa la cabaña brava española. «Los toros no tienen precio«, dijo en un arranque de sinceridad y orgullo. Y el empresario taurino de Zaragoza, del Puerto de Santa María, de Palencia y de otras muchas plazas, Carlos Rodríguez Huedo, destacó el esfuerzo económico que recae siempre en el organizador de los festejos: Contrataciones, pagos a la Seguridad social de los profesionales que intervienen en la plaza, que no se olvide, son además de los toreros un abanico amplio de personas trabajadoras quienes reciben sus salarios, retenciones a hacienda y negociaciones con los Ayuntamientos. Abogó porque la federación de municipios y provincias aúnen criterios de pliegos y ofertas para que no se diluya de alguna forma todo este montante económico que generan los toros.
La clausura corrió a cargo de José Rodríguez Sanz-Pastor, secretario general de la Consejería de Cultura y turismo quien ensalzó la importancia de la fiesta y todo el montante económico que alrededor de ella se genera para la sociedad.
En resumen, que estas XVIII jornadas aunque pobres y económicas, con gastos superfluos anulados con muy buen criterio y eliminados, han sido provechosas para cuantos acudimos a presenciarlas y la labor de personalidades políticas como la Consejera Alicia García bajo cuyo mandato se ha puesto a disposición de todos la formidable biblioteca cultural taurina de Castilla y León digna de considerar, destacar y tener en cuenta.
Fotos: J. Fernández y J. Salvador.
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