Que la sociedad se mueve tranquila, a gusto, sin sobresalto, amaestrada, silenciosa, en esta pandemia de normas y prohibiciones en ocasiones dictadas a tontas y a locas, se hace tan evidente que dan ganas de olvidarse de casi todo y dedicar los esfuerzos a la crianza de caracoles, o de coles de Bruselas, por poner un par de ejemplos.
Viene esta cuestión a la normativa que están imponiendo, callada y sufridamente, para celebrar festejos taurinos con separación de un metro y medio entre asistentes, mientras en otros saraos como conciertos o partidos de tenis- claro ejemplo el trofeo Conde de Godó, cuya instantánea de mi amigo Carlos Martín es la prueba del nueve de la evidencia- es una norma que se olvida, se consiente, se permite.
No es de extrañar que se comente que estas situaciones impuestas por unos, toleradas por otros y silenciadas por muchos, están calando en una sociedad anestesiada y adormecida que no levanta ni un dedo para reclamar lo suyo. La vida de la gente se halla cada vez más en manos de los dirigentes de partidos políticos que legislan, obligan, imponen o prohíben todas las normas habidas y por haber que a ellos mismos les parecen adecuadas. Con lo que el mundo del toro sigue en manos de las mismas decisiones.
Sevilla no se puede dar porque la Junta de Andalucía exige el metro y medio de separación de una a otra persona. Tampoco Valencia y, seguramente ni San Isidro volverá a arar en Madrid, desterrado de su tierra cuando los trigos encañan y están los campos en flor. Valladolid, Burgos y Zamora tiemblan, tiritan, si no se presentan normas que permitan los festejos. Y así, ante esta injusticia, no se puede andar.
Eso sí, luego toda la culpa se echa a la Hostelería por abrir sus locales y permitir las aglomeraciones de anhelantes disfrutadores de sus servicios, ayunos por tanto tiempo de abstinencia y cierre.
Nos han cambiado hasta la manera de sentir con este año maldito. Y el mundo de los toros, al que no dan ni agua, ni se inmuta. ¡Qué barbaridad!
Foto: FERMÍN Rodríguez
Deja una respuesta