Mal andan las cosas en todos los sentidos, y en especial en aquellos artistas que dedican su vida y su trabajo a entretener a los demás, luciendo y toreando becerros en aquellas llamadas «diversiones en el ruedo» que tanta atracción despertaron no solo entre la gente menuda sino también en mayores y que ahora se ven obligados a no ejercer su profesión, su actividad laboral, ante la ausencia de su espectáculo para el que se han preparado, estudiado, y aceptado, en casi todas las plazas de toros.
Acabamos de encontrar una fotografía del histórico coso toresano con un enanito torero dispuesto a ejercer su actividad frente a un bravo cornúpeta.
Lástima que hoy haya esos salvadores de patrias y haciendas que se arrogan la potestad de prohibir a los demás el ejercicio de su misma libertad, cuando debiera ser a ellos a los que hay que apartar de las decisiones legislativas, con toda urgencia y con toda la decisión de la fuerza de los votos en las elecciones.
El oficio de los enanitos toreros es grandioso, es hacer reír a los niños y a los grandes. Y como dice Daniel Calderón el gerente de “Diversiones en el ruedo” «el prototipo de que se ríen o se mofan de nosotros es MENTIRA; nuestro oficio es hacer reír a niños y mayores con nuestras dotes de cómicos, artistas y profesionales que somos no porque seamos feos, altos, bajos etc…Y encima con un animal bravo delante para complicar el asunto. Conozco muy poca gente que tenga los huevos tan gordos como ellos: corren, saltan, recortan, torean y se sienten realizados como personas, aparte de ganarse su sueldo para sobrevivir».
Desde aquellos espectáculos, recuérdese al BOMBERO TORERO; al EMPASTRE, a los ENANITOS toreros… que nos hacían reír y entretener en las fiestas patronales, que llamábamos la charlotada para distinguirlo de la corrida o de la novillada y que solía ser el cierre de todos los festejos, se palpaba la emoción en todos los rostros de los espectadores porque estaban viendo algo muy relacionado con el afán de superación.
Ahora los salvadores de los seres humanos que no les quieren salvo para hacerles sufrir, quieren prohibir su actividad no vaya a ser que se hagan daño y que sea la irrisión de los espectadores.
Pero ¿quién se acuerda de ellos en los meses duros de invierno, o en los que, como ahora, no hay actividad alguna?. O es que no tienen derecho a poder vivir y pagar mes a mes los costes de su casa, de su familia, de su vida que se la tienen que buscar haciendo lo que les gusta, disfrazándose, maquillándose y sirviendo a la causa del toreo cómico en las tardes de ferias?
Es admirable la fe de estos personajes, únicos e irrepetibles, algunos venidos de Colombia, Ecuador, Venezuela, dejando a su familia para venir a España a practicar el arte de torear con el gracejo, la gracia e inspiración que ellos mismos en su grandeza enana atesoran.
Ellos también son toreros. Y por eso debemos respetarles, animarles a seguir y llamarles con el contrato a nuestros pueblos porque se lo merecen. Ellos tienen todo el derecho a integrarse en la gran familia taurina y torera a la que pertenecen.
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