Que no el fusil como Jhonny en la extraordinaria película de Dalton Trumbo, el empresario de la Plaza de Palencia Sebastián Rodríguez echó una mano con el rastrillo para adecentar el ruedo cuyo albero presentaba zonas embarradas como consecuencia de la lluvia caída por la mañana y que originó que la corrida empezara media hora más tarde de la anunciada. Los diestros, las cuadrillas, pisaban y repisaban el albero, rozando la zapatilla y levantando la arena convertida en barrillo, pidiendo a los empleados de la plaza que echaran albero seco tras retirar el húmedo. Especialmente el peón de confianza de Morante de la Puebla exigía y exigía ostensiblemente que se adecuara el piso, mientras el sol brillaba en lo alto, presumiéndose una apacible tarde de toros a los casi dos tercios de entrada. El buen público de Palencia, harto de ver las gestiones de unos y de otros, incluso de los propios diestros saliendo a comprobar con el presidente de la corrida si se echaba adelante o se aplazaba o suspendía por la situación del ruedo, tocó música de viento cada vez con más intensidad y enfado.
Seguro que la mayoría de los diestros han hecho guardia, como se dice en el argot, en peores garitas, con condiciones meteorológicas adversas en mayor medida que las hoy presenciadas en Palencia. Pero Morante y los morantistas quieren todo perfecto, para destapar el tarro de las esencias y el toreo de empaque del sevillano. Y así, ante el deseo mostrado por Leandro y Doyague de tirar adelante, de los esfuerzos de areneros y personal de plaza, no le quedó más remedio al director de lidia que asentir y al presidente ordenar que se hiciera el paseíllo, celebrándose el festejo media hora después de la prevista, acabándose dos horas y media más tarde con lo que aquello parecía una corrida eterna, sin principio ni fin. Pero bueno, vamos a lo visto allí.
Se corrieron seis toros del Vellosino, bien presentados excepto el primero de Morante, anovillado, nobles los tres primeros y mansos y rajaditos el resto, añadiéndose cierto peligro en el que cerró plaza, para Morante de la Puebla, silencio y aplausitos; Leandro, ovación y silencio; y Carlos Doyague, aplausos y silencio.
El de la Puebla con el anovillado primero le sacó al medio con la muleta en la mano izquierda, intentando su toreo de marca peculiar, pero la faena fue a menos. Pinturero pero sin enemigo, se apagaron diestro y toro en un santiamén. Varios pinchazos y media estocada, además de un aviso, silenciaron su labor. En el cuarto estuvo algo mejor, sobre todo por unos naturales de altura, pero sin romper ni calentar en exceso los tendidos. Y eso que el hombre aparentaba ganas de cumplir con la parroquia palentina, pero el toro fue a menos, rajándose cuando el diestro le daba el pase hacia los adentros. Un pinchazo hondo en su sitio acabó con el toro echado.
Leandro, el torero de Valladolid, fino y elegante en sus modos y maneras, diestro con temple soberano cuando le sale, recibió con lances de capa muy aplaudidos al segundo de la tarde anunciado como de menos peso que el anterior (482 Kg. frente a 493 Kg), pero mucho más cuajado como toro. Citó siempre en la distancia larga, pues el toro iba galopando, luciéndole el torero a la concurrencia. Estuvo bien con ambas manos, con sentido del temple y estética. Al entrar a matar consiguió una media en su sitio bien clavada, pero necesitó tres golpes de verduguillo, con lo que perdió la oreja que tenía ganada. En el quinto, rajado y sin fijeza, siempre con la cara alta, se dio el arrimón entre los pitones del ejemplar de 544 Kg y bien armado. No obstante, la sosería del toro no consiguió que el torero triunfara. Pinchazo y metisaca horrible llevaron al del Vellosino al desolladero.
Completaba la terna el palentino Carlos Doyague, un muchacho entregado y decidido, pero con poco oficio practicado y ya sabe que en esto del toreo, como en todo, si no se practica no se aprende. En el primero de su lote anduvo aseado, aunque algo separado al completar el pase de muleta y en el que cerraba plaza, muy complicado, estuvo muy dispuesto con la mano derecha, pero la faena con la izquierda resultó imposible debido al peligro y vencimiento del toro por ese pitón. El silencio acompañó al diestro palentino que torea una corrida de Bañuelos en Paredes de Nava en pocos días.
En resumen, cachaza y parsimonia en la corrida, de las de ni chicha ni limoná, donde el empresario de la plaza dando ejemplo a todos colaboró activamente en adecentar el ruedo no dudando en coger el rastrillo y ser uno más de la cuadrilla de areneros y donde hubo un banderillero miedoso y protestón que ni puso el par de banderillas cuando le tocó, pero eso sí exigió y exigió un ruedo perfecto para que se viera el arte… Esta vez de Talía.
(FOTOS: Miguel de Castro)
Deja una respuesta