Llegan los días y las horas de los balances de la Feria taurina de Zaragoza, un abanico de festejos tal, tan grande e importante que debería darnos vergüenza no cantar y contar su decidida actividad para engrandecer y apoyar sus formas de contrubuir a la fiesta de los toros, antes que esta afición se vaya por el desagüe del olvido y lo que es peor del desprecio. Mañana, tarde y noche el coso de la Misericordia se llenaba de público animoso para presenciar vaquillas, roscaderos, toros de fuego, recortes, corridas y novilladas pensando que iban a ver un espectáculo entretenido y singular enraizado en lo más profundo de sus personas.
Personalmente a quien esto escribe le atendió la Empresa de Carlos Zúñiga, por medio de su Director de Plaza, Pablo Alonso, como medio de comunicación taurino de Valladolid, ya más que conocido, incardinado y tan apreciado como criticado según el aire que sople en cada momento. Su Director me entregó la acreditación como medio informativo, sin coste alguno y para contar aquello que yo opine, sin cortapisas, sin indicaciones, libre de ataduras totales. Tan solo ofrezco el respeto que uno mismo pide para sí mismo a tantos y tantos empresarios como atienden mis solicitudes para levantar acta con una crónica de texto y fotografía. Aquí están todas ellas puestas en este portal que se llama Federación Taurina de Valladolid.
La Plaza de Zaragoza es muy rentable económicamente, sino no se explica el canon de medio millón de euros aportado para acceder a su gestión cuando ningún empresario da duros a cuatro pesetas. Todos los precios se hacen públicos y esto es como todo en la vida, quien quiera acudir que lo haga. Bien es verdad que en los toros, como en todos los espectáculos de masas hay muchas personas que acceden a los recintos de baracalofi, gratis total, bien como los periodistas y medios acreditados, bien porque van con el torero de turno o con el concejal de festejos de la localidad.
Por eso juntar en este resumen de algo, la crítica taurina con el resultado económico de la mercantil, la calidad de los carteles, la oferta en una palabra, está fuera de lugar. Por un lado habría que analizar el resultado económico y por otro y aparte el resultado artístico. Del primero ya lo hará la empresa por la cuenta que la tiene, de lo segundo sí que algo podemos decir pues lo hemos visto con estos ojos que se ha de tragar la tierra.
A Zaragoza han llegado los carteles mermados de figuras anunciadas como Morante o Luque o la ausencia de Roca Rey, tres tirones fundamentales en cualquier cartel porque no se debe olvidar que estamos al final de la campaña taurina, la temporada que se dice, y los diestros andan lesionados, cogidos o simplemente a ver si cogen el avión para las américas a continuar con la brega de su vocación. No obstante los que han estado, ha salido a dar lo suyo en pro del espectáculo, aunque luego gran parte de él haya salido como el rosario de la Aurora porque la materia prima, fundamental para la lidia, el toro, no ha mantenido ni el tipo, hechuras, ni la bravura de su casta como era de esperar, lo que ha encendido a muchos en el tendido y protestas con pancartas como estas:
Sacar conclusiones los que vemos desde fuera el percal, es muy fácil, pero aportar para mejorar la acción de quienes participan de una u otra forma en la Tauromaquia se hace menos llevadero. Siempre he dicho que veo la Tauromaquia en forma de compartimentos estancos en donde nadie entra ni por asomo en el del otro. Por eso a la hora de contar dinero ni hay amigos ni hay abrazos.
Urge por tanto un análisis serio, una revisión sin apasionamiento, veraz y sentida para encontrar la mejor solución a un aspecto de la vida de la gente como es el juego con el toro y hacer las cosas con la consideración de «Donde fueres, haz lo que vieres», adaptándose a los tiempos que nos toca vivir. También pensar en todo el grupo humano que se precisa para celebrar esta fiesta de toros. Grupo al que hay que abonar su trabajo en forma de jornales y emolumentos y que sale también del bolsillo del gerente de la plaza.
Zaragoza me ha impresionado porque allí viven el toro y su fiesta por la mañana, la tarde y la noche niños y grandes, chicos y viejos, jóvenes de ambos sexos y sonrisa acogedora. Eso es con lo que me quedo.
Fotos: José SALVADOR.
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