A punto de caramelo el diagosto y en unos días más la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo en marcha. En esta edición, como ya conocen los seguidores y lectores, conformada la feria por una novillada con picadores, cuatro corridas de toros y una de rejones, además del aperitivo de la gran final del concurso de Cortes que tendrá lugar en el día festivo de Valladolid, el 8 de septiembre, festividad de Nuestra Señora de San Lorenzo bajo cuya advocación se llevan a efecto las fiestas patronales, desde que San Mateo las desamparó por la lluvia y los fríos que ya empiezan aparecer por este Valle de Olid, de historia, tradición y cultura.
El Coso del Paseo de Zorrilla seguramente ofrezca entradas como las que se van produciendo ante las diferentes convocatorias de los festejos taurinos. El juego eterno del hombre con el toro tiene el recordatorio de Valladolid capital tanto como en muchos de los pueblos de su provincia.
Es verdad que con el paso del tiempo aquellos carteles de ocho corridas de toros que se celebraban en su Coso han sido reducidos a la mitad de festejos por la crisis económica, la falta de apoyo institucional y otros aspectos obligan más a apretarse el cinturón en todos los sentidos que a seguir mostrando un ciclo abundante de espectáculo.
Hay una cosa que personalmente me desagrada y es la coincidencia en muy pocos kilómetros del mismo festejo, a la misma hora, en este caso una novillada picada, en la capital y otra en Laguna de Duero. Laguna pone en escena una de Prieto de la Cal y Valladolid otra de Torrealba de los Hermanos Revesado. Aunque los toros pastan en fincas de nombre casi similar, «La Ruiza» unos y «La Roblicita» los otros, a buen seguro que los aficionados estarían deseosos de poder ver ambos festejos, cuestión que se hace imposible al coincidir en día y hora exacta.
La canción que muchos cantaban «Yo he de ir, yo de ir, a ver los toritos a Valladolid«, vuelve un año más a entonarse en las gargantas de quienes conocieron otro tiempo, otra moda, otra época cuya hoja del calendario está a punto de aparecer . Por eso, allí hay que ir con una sonrisa y una disposición animosa a llenar la plaza, aplaudir y enamorarse de una fiesta única, genuina e irreptible.
Foto: Pablo ALONSO
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